
Recientemente, la Asociación Estadounidense de Psicología (APA) publicó un reporte indicando que cada vez son más los estadounidenses que se sienten solos y desconectados. En este caso, la soledad no es un aislamiento físico, sino un sentimiento de desconexión tan profundo que empieza a moldear nuestro lenguaje cuando hablamos de otras personas.
Uno de los elementos clave del reporte de APA (que, creemos, podría aplicarse a muchos otros países) es que el factor clave que impulsa el aislamiento social es la polarización política de la sociedad. Dicho de otro modo, el creciente aislamiento revela que existe algo más profundo que la política y ese “algo” es la creciente pérdida de un contacto positivo con “otro no como yo”.
Por eso, la soledad, basada en la falta de acceso a historias y símbolos compartidos, con frecuencia lleva a una actitud de excluir al otro y, como consecuencia, a una especie de absolutismo moral en el que, en vez de decir “Tengo un punto de vista diferente”, se dice “Estás equivocado”, considerando que el otro es “malo” e incluso una “abominación”.
De hecho, estas reflexiones surgieron luego de que un conocido, tras enterarse de los resultados de una elección en una gran ciudad de Estados Unidos, me envió un mensaje calificando de “abominación” a ese resultado electoral. El inesperado y breve mensaje me llevó a pensar en qué significa esa palabra y por qué aparece ahora con tanta frecuencia en muchas conversaciones.
En otras palabras, ¿por qué, ahora que la mayoría de las personas en Estados Unidos se sienten solas, el desacuerdo se transforma en condenación y la diferencia en abominación? Respuesta rápida: porque las expresiones que usamos son un reflejo de la soledad colectiva que todos experimentamos.
Cabe destacar que la abominación, además de su significado moral, tiene un aspecto ontológico al indicar que la mera existencia de “el otro” es un ofensa a la moralidad. O, si se prefiere, esa palabra indica que, para muchas personas, el mundo pierde sentido si alguien no como ellos afecta de alguna manera ese “mundo” que antes consideraban inmutable.
El uso de “abominación”, además de dejar en claro la creciente erosión semántica en el mundo actual, es, de hecho, lo contrario del diálogo (día-logos), es decir, es el anti-logos, donde se desintegra el espacio de reconocimiento mutuo y donde las historias pierden la pluralidad de sus significados. La “abominación” establece fronteras de identidad y redibuja el mapa moral.
Volviendo al reporte de APA, la soledad no solamente causa que las personas se sientan tristes, sino que las lleva a establecer un mecanismo de defensa en el que el miedo al cambio y el miedo al otro se disfrazan de “moralidad” y de “pureza”, buscando estabilizar así ese pequeño mundo al que se dicen pertenecer.
En ese sentido, la palabra “abominación” se convierte en un sustituto ritual de la comunidad, un ritual oscuro, pero ritual al fin y al cabo que buscar restaurar momentáneamente una sensación de orden mediante la creación de un villano.

