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Proyecto Visión 21

Nada funciona cuando la mentira goza de mayor credibilidad que la verdad

Recientemente necesité completar algunas reparaciones eléctricas en mi casa. El electricista que contraté me dijo que había llegado con media hora de retraso porque yo estaba en la dirección equivocada. De hecho, me sugirió que revise el título de mi propiedad porque, dijo, seguramente ese importante documento también estaba equivocado.

Le expliqué a este hombre que él había ido a la dirección incorrecta y que, después de vivir durante décadas en mi casa yo no tenía ninguna duda sobre la validez del título de la propiedad. El hombre no me creyó y decidió irse. (Al día siguiente vino otro electricista. Llegó a tiempo y en pocos minutos resolvió el problema.)

El electricista en cuestión, para quien era más probable que yo, el dueño de la casa, estuviese equivocado sobre la dirección de mi propia casa que él, que era su primera vez en la vivienda, es un claro ejemplo de que la mentira, la falsedad y la mala información están tan arraigadas que todas ellas gozan de mayor credibilidad y aceptación que la verdad (sea como fuere que se la defina).

En mi caso, el “malentendido” fue irrelevante. Quizá un mal momento porque la tozudez del electricista a reconocer su claro error. Pero en otros casos, aceptar la mentira y el engaño y negarse a abandonarlos a pesar de las pruebas al contrario genera situaciones muy desagradables e incluso mortales.

Por ejemplo, a principios de este mes hubo tres incidentes la misma semana donde la mentira prevaleció sobre la verdad por largo tiempo antes de ser desenmascarada. 

En el primer caso, agentes del FBI llegaron un hotel en Boston, entraron a una habitación, arrestaron a un hombre y lo interrogaron durante dos horas y media antes de descubrir que habían ido a la habitación y al hotel incorrectos. Obviamente, los agentes desoyeron las explicaciones que el hombre les dio diciendo que él era inocente.

En el segundo caso, policías la Universidad Harvard llegaron a las 4 de la mañana a la residencia de cuatro estudiantes afroamericanos luego de recibir un llamado de que esos estudiantes estaban armados y que eran un peligro para los residentes de ese mismo edificio. 

El llamado era falso, pero, nuevamente, la policía creyó más al llamado falso que a la verdad. Los estudiantes fueron arrestados e interrogados durante horas antes de que se los dejase libres. Según reportes, los estudiantes quedaron ‘traumatizados y horrorizados”, sin que la policía diese explicaciones o se disculpase. 

Y en el tercer caso, en Farmington, Nuevo México, la semana pasada la policía, respondiendo a un llamado de violencia doméstica, ingresó por la fuerza a una vivienda (casi a la medianoche) y mató a un hombre, sólo para descubrir más tarde que habían entrado a la vivienda equivocada. El verdadero criminal, se supo después, estaba en la casa de al lado y logró fugarse. 

Cuando nos creemos tan seguros de nosotros mismos que no cuestionamos ni nuestras acciones ni nuestros pensamientos, cuando no escuchamos al otro, nada entonces tiene ningún valor. 

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