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Proyecto Visión 21

La suciedad acumulada nos priva de ver los brillantes colores de la vida

Durante muchas décadas, y posiblemente durante siglos, expertos en arte e historiadores debatieron la razón que habría llevado a Miguel Ángel a usar colores opacos en sus inigualables pinturas en la Capilla Sixtina en el Vaticano, dado que el mismo Miguel Ángel usó colores vivos en otras de sus pinturas y obras, como también lo hicieron muchos de sus contemporáneos.

Luego, ya en nuestra época, un grupo de expertos restauradores convocados por el Vaticano comenzó la lenta tarea de limpiar las pinturas de la Capilla Sixtina y, como resultado, se comprobó que Miguel Ángel había usado colores brillantes para sus pinturas. Sin embargo, la suciedad acumulada por el paso del tiempo había opacado esos colores.

Dicho de otro modo, todo el debate sobre los colores opacos en las pinturas de Miguel Ángel se basó en haber mirado a la suciedad sobre las pinturas, pero nunca a las pinturas mismas. Y ninguna de las respuestas y propuestas ofrecidas durante ese debate (desde el presunto estado de ánimo negativo de eximio artista hasta las dificultades de la tarea) era, en realidad, verdadera.

Se ha dicho en numerosas ocasiones que quien hace preguntas equivocadas en el mejor de los casos no recibe ninguna respuesta, pero en la mayoría de los casos recibe respuestas equivocadas que llevan a que el ciclo de preguntas equivocadas se repita. 

Eso es precisamente lo que les sucedió a los expertos de arte y a los historiadores que se preguntaban por qué Miguel Ángel había usado colores opacos, cuando la verdadera pregunta era por qué los colores brillantes de las obras de Miguel Ángel se habían opacado. 

Y eso es precisamente lo que todos nosotros hacemos cada día: miramos la suciedad que la sociedad ha venido acumulando por sobre todo lo que vemos y experimentamos y, por eso, no vemos los colores de la vida. Entonces hacemos las preguntas equivocadas, y, como consecuencia, llegamos a conclusiones equivocadas que nos llevan a más equivocaciones.

Mientras tanto, tapado y oculto por la suciedad social (como se la quiera llamar), nuestro verdadero genio creativo, nuestra capacidad de colorida expresión, queda sin ser visto y sin ser interpelado. Sólo miramos a la superficie, pero no vemos la realidad. 

Esa “suciedad” es todo aquello que hemos acumulado en nuestra mente y en nuestro corazón que nos impide ver la realidad. Se puede decir que, por una parte, no vemos esa suciedad y que, por otra parte, creemos que esa suciedad es la realidad. 

Lo que podría llamar una “suciedad existencial” surge de adherirse tanto a una cierta creencia, dogma, credo, tradición o ideología que lo único que vemos es aquello a lo que nos adherimos, pero no lo que está por detrás. Y, al contrario de lo sucedido en la Capilla Sixtina, nunca removemos esa “suciedad” de nuestras vidas. Por eso, nunca brillamos ni vemos el brillo de la vida. 

Aún peor, proyectamos esa sociedad en todo y en todos a nuestro alrededor, acusándolos a “ellos” de ser opacos, cuando los opacos somos nosotros.   

 

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