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Proyecto Visión 21

En todo lo que hacemos está nuestro rostro, se vea o no

En todo lo que hacemos y lo que creamos, seamos o no conscientes de eso y sin importar que se trate de algo bueno o de algo malo, de algo sublime o de algo detestable, en todas nuestras obras allí estamos indeleblemente nosotros, con nuestros rostros allí grabados y estampados, a veces ocultos y a veces a la vista. 

En 1865, el famoso pintor rancés Paul Cézanne compuso una obra conocida como “Naturaleza muerta con pan y huevos”, ahora en exhibición en el Museo de Arte de Cincinnati, en Estados Unidos. Recientemente, la conservadora de ese museo, Serena Urry, notó que en ciertos lugares de la pintura de Cézanne había manchas blancas apareciendo detrás del fondo negro de la obra.

Un estudio por medio de rayos x permitió detectar en ese lugar de la pintura un autorretrato de Cézanne que, aunque presente en el cuadro, sólo fue detectado ahora, más de un siglo y medio después, sin que durante ese período ninguna de las miles y miles de personas que admiraron la obra viesen el rostro de Cézanne. Pero allí estaba.

Este descubrimiento sirve de ejemplo de lo que sucede en nuestras propias vidas: en todo lo que hacemos dejamos nuestra presencia, sin importar que otros la vean y sin importar cuánto tiempo otros tardan en descubrirla. Pero allí está nuestra presencia: mirando a quienes no nos ven porque solamente ven lo superficial sin ver lo que existe por detrás de esa superficialidad.

En el caso de la pintura de Cézanne, la conservadora del museo decidió que las manchas blancas que ella veía tenían un significado y no eran solamente una señal de decaimiento de la obra. Pero en la vida real, cuando mostramos que somos más que solamente la apariencia superficial, muchas veces las personas simplemente descartan esas señales de que hay más de lo ven.

Aún peor, por estar tan acostumbrados a la superficialidad (impulsada y reforzada por superficiales redes sociales y medios de comunicación), cada uno de nosotros va perdiendo la habilidad de verse a sí mismo en sus acciones y en sus obras. Y si no nos vemos en lo que hacemos entonces tampoco nos hacemos responsables de lo que hacemos.

Por eso, no solamente nos volvemos superficiales (es decir, incapaces de abordar temas complejos), sino también irresponsables (es decir, incapaces de ver la conexión entre nosotros y los resultados de nuestras acciones.) Dicho de otro modo, hemos sucumbido a la infantilización propuesta por esta sociedad. Pero ¿cómo salimos de esa situación?

Salimos de esa situación haciendo lo que hizo la conservadora de arte Urry en el museo en Cincinnati: mirando más allá de la imagen superficial, entendiendo que la realidad tiene más de un nivel, y buscando los recursos para acceder a ese nivel que, aunque quizá no sea visible a simple vista, se vuelve visible si sabemos cómo y con qué mirarlo. 

Cuando miremos a otros, veamos no las etiquetas y las máscaras que llevan puestas, sino sus rostros, por más ocultos que estén. 

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