Menu

Proyecto Visión 21

El orden es sólo el caos al que estamos acostumbrados

Un profesor al que alguna vez escuché en la universidad repetía con cierta frecuencia que el orden es sólo el caos al que estamos acostumbrados. Dicho de otro modo, lo que consideramos “normal” es “normal” sólo porque así lo vemos o lo aceptamos, aunque puede no ser algo tan “normal” ni “ordenado” para otras personas. 

Por ejemplo, recuerdo la primera vez que visité una cierta ciudad en América Latina en la que las dos calles principales de esa ciudad se cruzaban en una cierta intersección en donde, en aquella época, no había semáforo y nadie dirigía el tránsito. Para mí, tratar de cruzar o doblar en aquella intersección era, para decirlo con una sola palabra, caótico.

Pero luego de varios días en el lugar y de recorrer esa intersección por lo menos dos veces cada día el caos comenzó a desaparecer y el orden comenzó a emerger. De hecho, había un orden sobre qué vehículos cruzaban o doblaban primero y en qué dirección. Y hubo algo que me llamó mucho la atención: todos respetaban ese orden y casi no había accidentes.

Aunque la magia de aquella intersección ya no existe (ahora se instalaron semáforos y la presencia de policías de tránsito es constante), siempre recuerdo aquella “caótica” experiencia porque, si yo me hubiese aferrado a lo que yo consideraba como una circunstancia “normal” en una intersección, entonces nunca hubiese podido conducir o atravesar esa intersección. 

Lo opuesto también es cierto: la forma “normal” de conducir en aquella ciudad no es en absoluto “normal” en la ciudad en la que vivo y una y otra forma no pueden (ni deben) intercambiarse. 

Dicho de otro modo, conceptos como “normal”, “orden” o “caos” siempre son relativos, tanto cultural como históricamente. El problema surge cuando los convertimos en algo absoluto y entonces erróneamente creemos que lo que es “normal” para nosotros es el único y verdadero ejemplo de normalidad y toda otra conducta es “mala” o “equivocada”. 

Dado que el sentido de “normalidad” se absorbe de los padres, la familia y la sociedad a nuestro alrededor desde la temprana infancia, esa “normalidad” queda tan arraigada en nuestro inconsciente que muchas veces no sólo no desafiamos esa noción de “normalidad”, sino que ni siquiera reconocemos que existe dentro de nuestra mente.

Como decía Hegel (parafraseando), lo conocido, precisamente por se conocido, nunca es re-conocido. Por eso, andamos por la vida imponiendo (consciente o inconscientemente) nuestra “normalidad” a otros y esos otros nos imponen su “normalidad” a nosotros. Es decir, cada uno cree que su propio caos, al que toman como “normal”, debe ser el de todos.

En el mundo en el que vivimos, donde los problemas son astronómicamente más difíciles y complejos que cruzar una intersección sin semáforo, esas ideas inconscientes y acríticamente aceptadas de “normalidad” (propia o ajena), de “orden” y “aceptable” no solamente ya resultan inoperantes, sino que, de hecho, son peligrosas, debido a que fácilmente se convierten en fanatismo. 

Según parece, el orden y la normalidad sólo existen dentro de nuestras mentes. 

Go Back

Comment

Blog Search

Blog Archive

Comments

There are currently no blog comments.