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Proyecto Visión 21

El invierno no es el momento de alimentar a los alces, porque los mata

Una reciente noticia proveniente de Idaho, Estados Unidos, relata el hecho que dos alces (una madre con su cría) llegaron a las afueras de una pequeña ciudad quizá porque la presencia humana, a la que los alces no temen, aleja a los depredadores. Viendo que los alces no comían, una lugareña les dio de comer. Dos días después, ambos animales estaban muertos. 

La razón, explicaron los expertos, es sencilla si uno conoce el hecho que, aunque los alces no hibernan como los osos, su metabolismo cambia profundamente durante el invierno. En esos meses de frío, los alces casi no comen y, por eso, sus cuerpos ni siquiera tienen la habilidad de procesar alimentos. Por eso, los alces se conforman con ramitas y con corteza de árboles. 

Pero la lugareña, creyendo que los alces estaban hambrientos y creyendo que ella les estaba haciendo un favor, les dejó frutas y otros alimentos altos en azúcar y calorías que, por algún motivo (aroma, sabor, color), los alces consumieron. Incapaces de procesar esos alimentos, los animales murieron a pesar de que expertos en vida animal trataron de salvarlos.

La trágica situación enseña varias lecciones. En primer lugar, la mujer que trató de ayudar lo hizo asumiendo que los alces estaban buscando comida y que, por ser invierno, los animales necesitaban comida nutritiva. Esas dos incorrectas presuposiciones llevaron a la muerte de dos animales que sólo un par de días antes estaban completamente sanos.

Aún peor, cuando los expertos en fauna silvestre le explicaron a la mujer que la muerte de los alces se debía a lo que ella había hecho (y, como consecuencia, ella sería multada), la mujer se negó a aceptar esas explicaciones indicando que ella “no creía en la ciencia” y que seguramente los animales ya estaban enfermos (las autopsias comprobaron que no lo estaban). 

Este es un ejemplo de cuán desconectados estamos los seres humanos de la naturaleza que erróneamente proyectamos en la naturaleza la forma que nosotros vivimos y que, aún peor, desconocemos y nos negamos a conocer y respetar los ciclos naturales, sea en el mundo animal o sea incluso en nosotros mismos.

En segundo lugar, la muerte de los alces encierra otra importante lección si se toma el incidente como una parábola: de la misma manera que los animales, por más sanos que estén, no pueden recibir ciertos alimentos cuando no es el momento de dárselos, porque entonces las consecuencias son negativas, de esa misma manera las personas, por más inteligentes que sean, no pueden recibir ciertas lecciones o conocimientos si no es su momento para recibirlos. 

Como alguien con más de cuatro décadas en la docencia (mayormente, educación de adultos), puedo decir que he visto esa situación muchas veces y debo confesar que muchas otras veces yo mismo me he olvidado de que hay un tiempo y un momento oportuno para todo, sea para aprender o para no aprender. 

Según parece, por el momento, el metafórico invierno de la pandemia no nos deja alimentarnos de sólidos conocimientos. 

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