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Proyecto Visión 21

¿Pueden realmente los jurados y los jueces decidir qué es real y qué no lo es?

En 1818, en la corte de Manhattan (Nueva York), el inspector estatal James Maurice llevó a juicio al mercader Samuel Judd por el delito de insistir que las ballenas eran mamíferos, y no, como todos creían en aquella época, peces.

Aunque el naturalista Lineo ya había dicho en 1758 que las ballenas eran mamíferos, esa postura era rechazada por la mayoría de las personas sobre la base de una equivocada lectura de la historia de Jonás en las escrituras hebreas, confundiendo al “gran pez” del que se habla en este texto con una “ballena”.

Tras sólo 15 minutos de deliberación, el jurado se inclinó a favor de Maurice, declarando que las ballenas eran, sin dudas, peces por no tener patas y por vivir en el mar. Aunque el veredicto quedó sin efecto sólo un mes después, sus consecuencias duraron décadas antes de desaparecer y aceptarse a las ballenas como mamíferos.

Luego, del 11 al 21 de julio de 1925 en Dayton, Tennessee, el maestro John Scopes fue llevado a juicio por haber enseñado la teoría de la evolución en una de sus clases, desobedeciendo una ley aprobada en ese estado que prohibía enseñar esa teoría. El juez a cargo del caso, John Raulston, rechazó cualquier testimonio por parte de científicos y declaró a Scope culpable.

Scope debió pagar una multa de $100 dólares ($1700 dólares en 2023), que luego sería cancelada. Pero la ley prohibiendo enseñar (de hecho, mencionar) la teoría de la evolución en ese estado siguió vigente hasta 1967.

¿Por qué mencionamos esos ejemplos? Porque el pasado 18 de agosto el juez Beryl Howell, de la Corte Federal del Distrito de Columbia, falló en contra de Stephen Thaler, quien sostenía que las creaciones realizadas por la inteligencia artificial que él usa deberían estar protegidas por derechos de autor en nombre de esa inteligencia artificial, y no de él, ya que él (Thaler) no había participado en ese proceso creativo.

En su fallo, el juez se refirió a que la ley de propiedad intelectual de Estados Unidos, que se remonta a 1790, enfatiza que “el elemento humano” el elemento central en la adjudicación de propiedad intelectual o derechos de autor y que esos derechos están diseñados para “fomentar la creatividad humana”.

Sin embargo, la primera generación de inteligencia artificial generativa ya está aquí y, aunque aun claramente en su infancia, esa inteligencia artificial ya puede producir autónomamente  “creaciones altamente sofisticadas y similares a las humanas” sin participación o decisión “de la creatividad humana”, como bien dice el experto Shelly Palmer.

En 1818 el juez del caso de las ballenas indicó que la ciencia, no la Biblia ni las leyes estaban en juicio. En 1925, la actitud del juez fue bastante similar. Y aunque en el caso actual de la inteligencia artificial esas indicaciones ya no aparecen explícitamente, la decisión se basa en una ley escrita en 1790 con las ideas y creencias de aquella época.

Quizá llegó la hora de redefinirnos a nosotros mismos antes de aprobar nuevas leyes.

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