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Proyecto Visión 21

¿Tecnología primero y humanos deshumanizados después?

Un comercial de una importante empresa de seguros de Estados Unidos indica que para comunicarse con esa empresa no es necesario hablar con seres humanos. De hecho, según ese aviso, el contacto con humanos es opcional. El mensaje es claro: la tecnología es imprescindible, las personas no lo son.

Resulta sumamente interesante que un mensaje publicitario se base en ubicar a las personas en un segundo plano y en colocar a la tecnología como la primera opción y por encima de los seres humanos.

Y resulta aún más interesante considerar que para vender un producto o servicio se debe rebajar a los seres humanos y considerarlos como menos importantes que la tecnología actual.

De hecho, los comerciales revelan muchos detalles de lo que nosotros pensamos sobre nosotros mismos, o por lo menos de lo que las empresas de marketing nos hacen creer sobre nosotros.

Por ejemplo, una compañía que vende productos de limpieza tiene dos comerciales, uno protagonizado por una mujer y el otro por un hombre, en el que ambas personas, aunque elegantemente vestidas, son solamente basuritas que se pegan a un cierto elemento usado para limpiar pisos.

¿Es eso lo que realmente somos, basuritas que deben ser limpiadas?

Otro ejemplo: una compañía de televisión satelital nos dice en uno de sus comerciales que nuestros amigos no son en realidad nuestros amigos, sino que son dólares ambulantes que podemos usar a nuestro favor si solamente los convencemos que ellos también se suscriban a la compañía en cuestión.

Para que no queden dudas sobre el mensaje de este comercial, durante el aviso los rostros de las personas son reemplazados por rostros verdes, al estilo del dólar, con la imagen de Benjamín Franklin, tal como se la ve en los billetes de 100 dólares.

En definitiva, según estos comerciales, no solamente valemos menos que los artefactos tecnológicos, sino que en realidad somos nada más que una basura que debe ser limpiada, y nuestro único valor es la ganancia monetaria que podemos generar para otras basuritas que ni siquiera nos pueden ver como personas.

Esos mismos comerciales nos dicen que somos demasiado gordos, viejos, arrugados, inactivos, pelados, y hasta feos y faltos de elegancia como para que se nos vea en público y mucho menos como para triunfar en la vida.

Si algo nos quedaba de una autoimagen positiva, ya la hemos perdido, por lo que se facilita el camino a la deshumanización completa que nos convierte en inventario para ser vendido y en polvo a ser limpiado.

Es verdad que, en una escala cósmica, somos insignificantes. Vivimos en un olvidado rincón de una galaxia que es sólo un punto de luz entre millones y millones de otras galaxias.

De la misma manera, numerosas tradiciones antiguas nos recuerdan que somos nada más que polvo. Pero esas mismas tradiciones sugieren que a la vez somos mucho más que sólo polvo. La pregunta es a quién debemos creer, si a los modernos expertos en marketing o a las antiguas tradiciones. ¿O estarán ambos equivocados?

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