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Proyecto Visión 21

Vivimos en el mundo del revés y tenemos las pruebas para comprobarlo

Recientemente leí una noticia sobre el director de una escuela secundaria en algún lugar de Estados Unidos que fue a comprar una taza de café y, al pagar, entregó 75 centavos en lugar de pagar un dólar. El empleado de la tienda, en vez de alertar al educador sobre los 25 centavos faltantes, llamó a la policía y presentó una denuncia por robo.

La policía respondió y el director de la escuela fue arrestado y acusado de robo, a pesar de que él insistió que se trató de un error (había tomado sin querer el tamaño de taza equivocado) y ofreció pagar la diferencia. Pero el empleado insistió que era un robo y que, por eso, se presentarían cargos. Cuando eso sucedió, el director fue despedido de la escuela.

Todo por 25 centavos.

Mientras tanto, otras personas que seguramente no trabajan 60 horas a la semana (como, según las estadísticas, trabajan los educadores), ni ganan un salario mínimamente por encima del salario promedio (según datos oficiales), ni les interesa la educación o las generaciones futuras, comenten con toda impunidad atrocidades innombrables.

Están aquellos que se roban millones y millones de dólares, o que saquen sitios de alto valor histórico, o que venden absoluta basura haciéndola pasar como “medicina” o “comida”, y allí siguen con su gran vida, su abultadísima cuenta bancaria y su incontable colección de objetos prontamente destinados a la obsolescencia.

Y también están aquellos que matan a diestra y siniestra, o que envían a otros a hacerlo por ellos, que roban la cultura, el alma y el futuro de la gente, y desmantelan toda muestra de esperanza y de solidaridad. Y a pesar de todo eso y quizá por eso mismo, son recompensados, pero no castigados, por sus acciones.

Mientras tanto, si un educador, quizá cansado por un largo día de trabajo o quizá con el ánimo disminuido ante las continuas quejas de los maestros a su cargo, decide comprar una taza de café y elige el tamaño equivocado, entonces se lo considera un ladrón, se presentan cargos en su contra y se lo despide del trabajo.

Todo por 25 centavos. Si este no es un convincente ejemplo del mundo del revés, entonces no sé qué ejemplo nos puede convencer de que vivimos en una sociedad con el nivel de espiritualidad de un show en Las Vegas, el nivel de inteligencia de un parque de diversiones, y el nivel de ética de un niño pequeño, caprichoso y con hambre.

Y todo esto sucede precisamente cuando los problemas que enfrentamos como humanidad son desafíos sin precedentes y cuando esos desafíos se presentan muchas veces a nivel global, sin anuncio previo, de manera irreversible y sin solución a la vista.

Vivimos en una sociedad “mal educada, que desprecia la autoridad y no respeta a sus mayores. Chismea mientras debería trabajar y maltrata a sus maestros”, como ya lo decía Sócrates hace 2400 años. El problema es que, dos milenios y medio después, nada cambió y todavía nos negamos a madurar.

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