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Proyecto Visión 21

Si resulta tan fácil falsificar la realidad, ¿qué nos queda de la realidad?

Recientemente, una empresa tecnológica líder a nivel global realizó una presentación para dar a conocer la capacidad de su nueva inteligencia artificial. Básicamente, se mostró un video de alguien dando instrucciones a la inteligencia artificial y las acertadas respuestas casi instantáneas que se generaban. Hubo un solo inconveniente: la interacción era falsa.

Según se supo después, como lo comentaron reconocidos expertos en el tema, las respuestas exhibidas como prueba de la habilidad de la nueva inteligencia artificial no eran las respuestas iniciales, sino aquellas obtenidas después de varias interacciones. Además, el video no sólo había sido alterado sino que tampoco se trataba de un video en vivo, como se había anunciado. 
 

Si una gran empresa multinacional y casi sin rivales tiene esa habilidad de fácilmente engañar (por lo menos inicialmente) a expertos en el tema, no quedan dudas que engañarnos a nosotros, simples consumidores de tecnología, resulta mucho más fácil. Además, ese engaño con toda seguridad será permanente, 
 

Debe quedar claro que no estoy hablando de ninguna teoría de conspiración ni proponiendo una patológica desconfianza de todo y todos a nuestro alrededor. Pero también debe quedar claro que una conocida empresa intencionalmente decidió “hacer trampa” con respecto a lo que la nueva inteligencia puede hacer. Entonces, difícilmente esa sea la única “trampa” o engaño.
 

En ese contexto, con la inteligencia artificial generativa en creciente y casi desmesurado crecimiento (al punto que se la inteligencia artificial se niega a cumplir con lo solicitado), ¿qué otras trampas se esconden a la vista de todos que nos alejan de la realidad, o, mejor dicho, desvían nuestra atención de lo que podría llamarse la verdadera realidad?
 

Obviamente, si lo único que conocemos es la ilusión, entonces para nosotros esa ilusión es toda la realidad. El tema es tan antiguo que Platón ya lo analizó en su conocida Alegoría de la Caverna, en su libro República. Pero en esa alegoría, aquellos con una percepción limitada y distorsionada de la realidad eran los prisioneros. Entonces, ¿somos también nosotros prisioneros? 
 

Si solo vemos una porción de lo real, pero creemos que es la totalidad, somos prisioneros de nuestras propias limitaciones. Si para nosotros todo se reduce a un solo punto de vista, a una perspectiva o, peor aún, a una mera opinión, y a eso consideramos toda la realidad, entonces hemos construido nuestra propia celda para nuestra propia condena a cadena perpetua. 
 

Lamentablemente, esa es la época en la que vivimos, en donde las apariencias, aunque engañen, valen más que la autenticidad y donde el simulacro de vivir es más importante que la vida misma. La superficialidad, la trivialidad y la banalidad se vanaglorian y pavonean casi en cualquier expresión humana popular en estos tiempos.
 

Mientras tanto, las urgencias del futuro son cada vez más urgentes. Pero en vez de enfrentarlas y resolverlas, creamos cada vez más capas de ilusión, de engaño, de manipulación y, en definitiva, de irrealidad. Nos inclinamos ante nuestra propia creación sin siquiera reconocer que es nuestra creación. Entonces, ya nada es real. 

 

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