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Proyecto Visión 21

No se puede recibir ayuda con las manos cerradas (ni vale la pena darla)

Junto con la mente y el corazón abiertos, la otra actitud clave para conectarse con el futuro (es decir, con la mejor versión posible de nosotros mismos) es la mano abierta, según enseña el Dr. Otto Scharmer, de MIT, agregando que la mano abierta es una metáfora que representa la voluntad dispuesta tanto al cambio de perspectiva como a la transformación personal. 
 

Ese enfoque me vino a la mente recientemente cuando escuché a un reconocido catedrático expresar que “no se puede recibir con las manos cerradas”, en referencia a las dificultades que ese catedrático enfrenta cuando trata de guiar y aconsejar a sus propios estudiantes para que progresen tanto en los estudios como en la vida. 
 

Obviamente, esa situación de personas con “manos cerradas”, es decir, puños, se observa no sólo en universidades sino en prácticamente todos los ámbitos de la vida. 
 

Por ejemplo, como voluntario en un banco de comida durante muchos años, me ha tocado ver a personas que llegan pidiendo ayuda y, cuando la reciben, inmediatamente la rechazan y hasta la arrojan a los residuos a la vista de quien les dio la ayuda, incluso cuando los alimentos entregados eran de primera calidad y culturalmente apropiados.
 

Y recientemente hablé con un inmigrante recién llegado que se contactó con una organización comunitaria en la que soy voluntario. El hombre en cuestión indicó que necesitaba “ayuda urgente” para él y su familia. Su lista, ya preparada, incluía “una casa, un carro nuevo, trabajo de tiempo completo y estudios universitarios pagos.”
 

Tampoco este hombre aceptó la ayuda que se le ofrecía, afirmando que él “tenía el derecho”
 a recibir “mucho más” que sólo alojamiento, alimento y pases para transporte público.

 

No se puede recibir con la mano cerrada porque el puño representa no sólo la mano cerrada, es decir, la mano que no acepta, sino también el corazón cerrado, es decir, la falta de gratitud tanto al que ofrece la ayuda como a la ayuda misma. Y también representa la mente cerrada, es decir, la actitud de “Si no es exactamente lo que yo quiero, entonces no es ayuda”. 
 

Considero que podría argumentarse que la mano cerrada, en todas sus múltiples expresiones (agresiva o pasiva, armada o desarmada) también expresa un rechazo al diálogo al representar por medio del puño (metafórico o real) el obsesivo apego a una sola realidad, a una sola posibilidad y, de haber un problema, a una sola solución. 
 

Y ese puño parece cerrarse cada vez más hasta transformarse en una herramienta de violencia, real o simbólica, no para expresar ninguna lucha por la libertad o la liberación, sino con la meta de imponer una manera de pensar considerada como la única o la mejor. Por eso, el puño (la mano cerrada) es inseparable de la mente cerrada y del corazón endurecido. 
 

A pesar de esa nueva y constante realidad de manos cerradas, expandir la consciencia (mente), clarificar las emociones (corazón) y activar la voluntad (manos) resulta más necesario que nunca para crear un nuevo futuro. 

 

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