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Proyecto Visión 21

Al hablar de temas serios, humor sí, risitas no

Recientemente participé de un encuentro de dirigentes comunitarios, empresarios y estudiantes convocado por los organizadores para conversar sobre un tema de innegable importancia: los grandes desafíos que enfrenta la humanidad en este histórico momento de transición a una nueva época. Para mi asombro (y molestia), la conversación se llenó casi inmediatamente de risitas.

Pocos días después (no por casualidad, sino por sincronicidad), leí un artículo escrito por el Dr. Eric Haseltine (neurocientífico) y publicado por Psychology Today, en donde Haseltine analiza los peligros del llamado “factor risitas” cuando las “risitas” se usan como mecanismo de defensa para no hablar de temas complicados o que representan una amenaza.

Según Haseltine, el factor risitas se activa cuando uno se encuentra en una situación “muy removida de la experiencia normal”, tan removida que produce “tensiones al alejarnos de nuestra zona de comodidad” y, por eso mismo, nos hacer perder “la ilusión de control y de predictibilidad de nuestro futuro”.

Dicho de otro modo, las risitas surgen cuando nos enfrentamos con innegable evidencia de “cambios impredecibles e incontrolables” en nuestras vidas, de modo que simplemente desestimamos esa evidencia, sea el cambio climático, la injusticia social, la inteligencia artificial, o la posibilidad de vida extraterrestre. No nos reímos de felicidad o alegría, sino por miedo.

Dos ejemplos me vienen a la mente. Por ejemplo, hace ya varias décadas, viajé con un grupo de amigos a otro país y al llegar a cierta ciudad en la que las personas se vestían de manera totalmente distinta a la nuestra, uno de los integrantes del grupo comenzó a reírse de tal manera que las risitas iniciales se transformaron en incontrolables carcajadas.

Y, más cercano en el tiempo, cuando yo ingresé al salón de clases de una universidad privada para dictar una clase de filosofía, una de las estudiantes me miró y comenzó con risitas, para luego reírse de tal manera que debió salir del aula para calmarse. No se trató de una falta de respeto, sino que, como ella me explicó, nunca en sus estudios había tenido un profesor latino.

En ninguno de esos dos casos hubo peligro alguno para nadie, pero el peligro de las risitas surge cuando los temas son tan serios que afectan a países enteros e incluso a la humanidad en general, como el cambio climático, la reciente pandemia, las actuales guerras y numerosos otros desafíos similares.

En esos contextos, las risitas son la expresión de “un ajuste inconsciente de nuestras percepciones para reducir el estrés asociado con un fenómeno potencialmente disruptivo”, como la inteligencia artificial reemplazando y desplazando a los humanos. En vez de responder al desafío, nos reímos y agregamos frases como “Eso nunca va a pasar” o “Dios no lo permitirá”.

Pero en nuestra época las “perturbaciones no anticipadas e inconfortables” ya suceden casi a diario, como bien lo dice Haseltine. Por eso, además de las risitas, ahora también se acude a ridiculizar y desestimar a quienes comparten serias preguntas sobre serios problemas. Pero recordemos que quien ríe último ríe mejor.

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