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Proyecto Visión 21

¡Lo logramos! La guerra en la tierra ya llegó al espacio

Resulta que en una de las tantas y lamentables guerras que en la actualidad se pelean en este mundo (no importa de qué guerra se trate, porque todas son guerras) un misil de un cierto país derribó a otro misil de otro país en el espacio. Según varios reportes periodísticos, es la primera vez confirmada que la guerra en la tierra llega al espacio.
 

Debemos estar todos muy orgullosos de haber logrado lo que la escena inicial de 2001 Odisea Espacial ya anticipó: ayer éramos cavernícolas arrojándonos huesos y hoy seguimos siendo cavernícolas, pero arrojándonos misiles en el espacio. Queda claro que, de continuar esta tendencia, en poco tiempo estaremos peleándonos en (y destruyendo) otros planetas.
 

Dejando de lado todo sarcasmo (que, de hecho, es ante todo un lamento), parece que no nos basta con arruinar el planeta y desacralizar los pocos lugares sagrados que aún quedaban (si es que todavía queda alguno), sino que ahora también debemos comenzar a pelearnos en y por el espacio rodeando la tierra. Y luego serán, seguramente, los asteroides y los planetas.
 

Quizá este incomprehensible ímpetu por autodestruirnos y por autodestruir todo lo que tocamos, así como esa insensata vocación de ver todo y a todos a nuestro alrededor como materia prima con un valor comercial (el asteroide 16 Psyche está valuado en miles de billones de dólares) son las razones por las que seres inteligentes de otros planetas no nos visitan.
 

Quizá Milan Kundera tenía razón cuando en La insoportable levedad del ser afirmaba que todos en este planeta somos principiantes, indicando que si estamos aquí (en cualquier época de la historia que sea), lo estamos porque aún no hemos aprendido las lecciones que deberíamos aprender para ya no estar aquí.
 

Mientras tanto, seguimos alocadamente repitiendo el mismo ciclo de autodestrucción una y otra vez, implementando programas y desarrollando acciones que no benefician a ningún ser viviente en este planeta (incluyendo al planeta mismo), o que quizá benefician sólo a unos pocos a quienes poco les importa las consecuencias de lo que hacen.
 

Esto no es (ni remotamente) de una teoría de conspiración, sino de una realidad comprobada una y otra vez a lo largo de la historia de la humanidad. Por ejemplo, el predicador itinerante conocido como Pablo confesaba hace dos milenios sobre su incapacidad de evitar hacer el mal que él no quería y su incapacidad de hacer el bien que sí quería. 
 

Y en 1636, Calderón de la Barca nos recordaba en La vida es sueño cuán profundo es nuestro autoengaño, afirmando que “Sueña el rey que es rey, y vive / con este engaño mandando, / disponiendo y gobernando…” y que la vida es “Una ilusión, / una sombra, una ficción…”
 

Y en 1784 Kant fustigaba en ¿Qué es el iluminismo? a sus coetáneos por vivir “en una inmadurez autoprovocada”, entendiendo “inmadurez” como “la incapacidad de usar la inteligencia propia para no ser guiados por otros”. 
 

Llevamos la guerra al espacio, pero, nos guste admitirlo o no, somos cavernícolas. 

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