Menu

Proyecto Visión 21

Volvimos a la caverna demasiado rápido y demasiado seguros

Ya volvimos a la caverna, demasiado rápido y demasiado seguros que esta era la única y mejor opción. O, si se prefiere, regresamos a Egipto porque preferimos lo ya conocido (aunque fuese malo) a la responsabilidad de construir nuestro propio futuro. Duró poco la esperanza de que un virus nos enseñase algo sobre nosotros mismos. Ni los virus ni los dioses pueden hacerlo.

Salimos de la caverna (la llamamos “vida normal”) por sólo unos instantes y el sol nos encegueció, pero, en vez de esperar a que nuestros ojos se acostumbrarse a la nueva luz y a que nuestra mente reevaluase la antigua realidad, volvimos corriendo a las sombras que, aunque ilusorias, son las sombras que siempre hemos conocido.

Por un momento se resquebrajó la ilusión, pero antes de que se derrumbase del todo caímos en la peor ilusión de todas, en la de creer que habíamos superado la ilusión. Nos hicimos creer a nosotros mismos, con el más profundo autoengaño, que lo mejor era “volver a la normalidad”, aunque esa “normalidad” fuese una vida encadenada mirando sombras sobre una pantalla.

Salimos al desierto y cuando no vimos caminos (ni comida) regresamos a los caminos conocidos, donde la esclavitud garantiza que, como esclavos, nos van a alimentar (pero solamente, como resulta obvio, hasta cierto punto.) 

Tanto nos sedujo la seguridad y estabilidad de la esclavitud (en griego, “doulos” significa tanto “esclavo” como “empleado”) que nos impidió asumir la responsabilidad de la libertad individual y colectiva de marchar a un futuro prometido, pero en el que no hay caminos, no hay garantías y hay muchos enemigos. Preferimos ser parte del futuro de otros en vez de ser nosotros mismos.

La pantalla estupefaciente pudo más que el sol brillante. La imagen del faraón de turno pudo más que el impulso del nacimiento de nuestro propio ser. El mensaje de volver a la normalidad (es decir, de perpetuar el pasado) nos atrapó como lo haría el canto de la sirena. De hecho, nos cautivó en todo el sentido de la palabra: quedamos cautivos de nuestra cautividad.

El sol brilló, el mar se partió, el trueno habló y el futuro nos convocó. Pero nosotros, adultos infantilizados con mentes cerradas y narcisistas, preferimos la oscuridad, la cerrazón, el anti-diálogo y el fracaso existencial a abrir nuestra mente, nuestro corazón, nuestro espíritu nuestra voluntad a nuestra propia multidimensionalidad.

Por un momento, por sólo un instante, un virus (o la divinidad, o el Universo, o todos ellos y ellas juntos y juntas) nos mostraron una mariposa y nosotros, las orugas, no nos vimos a nosotros mismos en la mariposa. No nos reconocimos. No supimos que esa mariposa somos nosotros mismos. El encierro nos encerró en un mundo pequeño, tan pequeño que no nos dio escape. 

El capullo también es una forma de encierro, pero la crisálida no está allí para volver al pasado sino para transformar su cuerpo y su mente para un nuevo futuro. Otras en otros lugares volarán. Nosotros, como decía Kundera, seguimos siendo principiantes. 

Go Back

Comment

Blog Search

Blog Archive

Comments

There are currently no blog comments.