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Proyecto Visión 21

Una defensa (brevísima y modesta) de la filosofía en el siglo 21

Un informe del Foro Económico Mundial enumera algunas de las habilidades requeridas para los empleos del siglo 21. Según me parece, todas esas habilidades se encuentran dentro del ámbito de la filosofía. Y muchos de los temas que hoy nos agobian e inquietan son, sin dudas, temas filosóficos. Nos guste o no, necesitamos la filosofía. 

El reporte del Foro Económico Mundial especifica que los nuevos puestos de trabajo requieren habilidades como resolución de problemas complejos, capacidad de seguir un proceso de toma de decisiones en situaciones complicadas, desarrollo de visión estratégica, y dos habilidades infaltables: pensamiento crítico y múltiples niveles de comunicaciones.

Seamos honestos: ninguna de esas habilidades o destrezas es de dominio exclusivo de la filosofía, pero, a la vez, todas ellas se conectan profundamente con el pensamiento, el saber y la práctica de la filosofía, entendida como una disciplina de vida y no solamente como un mero ejercicio académico.

Desde sus mismos orígenes, la filosofía ha analizado problemas complejos (¿qué puede ser más complejo que encontrarle propósito a una vida mortal?), ha impulsado el pensamiento crítico, y ha buscado respuestas y fundamentos éticos y hasta metafísicos a preguntas claves, como “¿Qué debo hacer?” y “¿Qué realmente estoy diciendo cuando digo lo que creo que digo?”

Por eso, la disciplina que la filosofía impone a la mente sirve como fundamento y ayuda a desarrollar muchas de las habilidades antes enumeradas, como resolución de problemas, toma de decisiones, visión estratégica y pensamiento crítico. Seamos honestos: la filosofía no resuelve los problemas, pero provee un marco de referencia y algunas herramientas para hacerlo. 

A la vez, nuestra vida actual se ve bombardeada por desafíos que hasta no hace mucho tiempo se consideraban impensables y se creía que sucedían sólo en la ciencia ficción, como la extinción ecológica (incluyendo la extinción humana), la ontología poshumana (¿somos nosotros la última generación totalmente biológica de humanos?), el omnipresente horizonte digital (¿pensamos o solamente posteamos?), el tecnocontrol de biología y política, y la inteligencia artificial superhumana.

Simultáneamente, los profundos cambios sociales, el innegable cambio climático (cualesquiera que fuesen sus orígenes y causas), la fragmentación del arte y del discurso, y la desnudez e incapacidad del actual sistema de vida dejadas en evidencia por la pandemia nos llenan de angustia al ver que vivimos en un mundo volátil, incierto, complejo y ambiguo. 

Todos los temas mencionados en los últimos dos párrafos son temas filosóficos (excediendo lo meramente académico) porque son temas que no buscan respuestas sólo para satisfacer una curiosidad, sino que buscan respuestas para determinar si nos estamos haciendo las preguntas correctas. 

En ese contexto, donde se cree que unos pocos “Me gusta” significa haber sido olvidado por el universo, la filosofía es más urgente que nunca y se ve obligada a salir de las aulas y de los libros a los que (lamentablemente) había quedado relegada. 

En la antigüedad, los filósofos eran los médicos del alma. Se decían que curaban el alma. En griego, “curar el alma” se dice (y no por casualidad) “psicoterapia”.

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