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Proyecto Visión 21

Un creciente problema: la obsesión escapista por el instante

La semana pasada pasaron en un programa de noticias un video, tomado por una cámara de seguridad en un centro comercial, en el que se ve a una mujer tan concentrada en leer los mensajes de texto en su celular que no se da cuenta que se está aproximando a una fuente. Por esa distracción, la mujer terminó cayéndose al agua.

Aunque las imágenes fueron presentadas como algo cómico, lo cierto es que ese video ejemplifica un creciente problema: la obsesión por el instante en el que se vive. Y esa obsesión llega a tales extremos que desconecta a quien la padece tanto de sus circunstancias actuales como de su pasado y de su futuro.

El problema ya ha sido notado y analizado por autoridades de ciudades tan diversas como Nueva York y Buenos Aires, donde, según recientes reportes, se ha notado un aumento en los casos de accidentes de peatones que cruzan la calle literalmente sin mirar, debido a que están leyendo mensajes de texto o respondiendo a esos mensaje.

¿Y qué se puede decir de la situación, quizá más peligrosa que la recién mencionada, creada por aquellos conductores que ajenos a los otros automovilistas consideran que la carretera es un buen lugar para leer o escribir “mensajitos”?

Lamentablemente, nuevas leyes no generarán un súbito deseo para prestar atención a lo que nos rodean y a quienes nos rodean, ni provocarán una diminución en la obsesión por el presente. El problema es mucho más profundo. Creo que existe tal nivel de frustración personal y social que nadie quiere estar donde está.

Muchas personas (lo he comprobado en reiteradas oportunidades) ignoran el pasado y no quieren ni pensar en el futuro. Como enfrentan serias dificultades en su presente, se escapan emocional y existencialmente al único lugar que, por fugaz y pasajero que sea, pueden controlar: el instante.

Y tratan de llenar ese instante de significado pretendiendo que se están “comunicando” con “amigos”, cuando en realidad probablemente sólo estén escribiendo menos de 140 caracteres a interlocutores con quienes nunca se han visto en persona.

Ese escapismo de la realidad para refugiarse en el instante se ve fortalecido y promocionado por los constantes mensajes comerciales que nos recuerdan que somos demasiado gordos, pasivos y viejos, y que todo se solucionaría en nuestra vida si sólo tuviésemos más cabello (del color apropiado) y limpiásemos nuestra piel.

Son los mismos avisos que nos dicen que si sentimos sueño por la tarde, en vez de prestar atención a nuestro propio cuerpo que nos pide un descanso, debemos tomar cierta “bebida de energía” para seguir trabajando.

Una vez que nos convencemos que somos inadecuados para vivir en esta sociedad, porque carecemos de la belleza, o el dinero o la juventud para hacerlo, entonces nos automarginamos y nos refugiamos en la fantasía escapista del instante, en el que no existe ni una tradición del pasado que nos dirija ni el desafío para construir un futuro.

Así vivimos: sin raíces y sin metas, escapando de instante a instante.

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