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Proyecto Visión 21

Si digo que ya entendí, entonces no entendí nada

Una situación con la que me encuentro con demasiada frecuencia (para mi gusto) al presentar un nuevo tema o una nueva idea a un grupo de estudiantes (sean jóvenes o adultos) es la reacción “Eso ya lo sé”, seguida de la mención de alguna fuente, mayormente una película, en la que aparece un tema remotamente relacionado con la idea presentada.

Dicho de otro modo, los estudiantes o los participantes asumen, erróneamente, que ya saben algo simplemente porque en algún momento escucharon, leyeron o vieron algo similar en algún otro lado, aunque esa similitud sea mínima y aunque jamás estudiaron seriamente en el tema.

Esa cerrazón mental, ese negarse a abrirse a una nueva idea, un nuevo concepto, una nueva conexión con el universo, generalmente se justifica con frases como “Ya lo explicaron en la película…”, o “En un programa de televisión hablaron de eso”, o, aún peor, “Vi una frase sobre este tema en las redes sociales”.

Y, sobre la base de ese “conocimiento” previo, que en realidad no es conocimiento en absoluto, el “estudiante” deja de ser tal, se autoengaña haciéndose creer a sí mismo que ya sabe algo que no sabe, y además, por eso mismo, minimiza lo que está escuchando como algo conocido y, de hecho, tan conocido que no se le debe prestar ninguna atención.

Esa confusión entre tener una vaguísima idea de un tema y creerse experto en un tema es tan grande que le roba al “estudiante” de la humildad necesaria para aprender, ya que el que cree que sabe no sabe ni aprende. Y, sin humildad, el “estudiante” se coloca a sí mismo como el juez de todo conocimiento, considerándose con la habilidad de realizar ese juicio de valor.

En la gran mayoría de los casos, poco se puede hacer para invitar a la persona que “ya lo sabe todo” a abrirse a nuevas posibilidades de conocimiento. En algunos casos excepcionales, sin embargo, las nuevas ideas producen tal disonancia cognitiva que obligan a la persona por lo menos a revisar sus ideas y opiniones y, a veces, incluso a confesar “Yo no sé”.

En ese momento, cuando nos bajamos del trono epistemológico y gnoseológico en el que nos hemos colocado, que un nuevo mundo se abre ante nosotros, un mundo del que quizá ya no seamos el “centro” porque ideas como “centro” y “control” ya no se aplican. Pero, para ser sinceros, ese nivel de madurez intelectual y personal es infrecuente.

Lo más común es referirse a una “celebridad” o incluso simplemente a un cierto medio o plataforma (“Lo vi en la televisión”, “lo leí en Internet”) como una indicación de que todo el conocimiento necesario sobre el tema ya ha sido adquirido y, por lo tanto, ya no existe ninguna necesidad de pensar o hablar sobre ese tema.

Como consecuencia, nos encerramos en lo que poco que sabemos sin jamás ver “lo verdaderamente nuevo en lo verdaderamente viejo” (citando a Lloyd Dickie) y sin llegar al nivel de empatía generativa y creativa.

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