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Proyecto Visión 21

Salir de la cueva siempre resulta más difícil que entrar

El rescate de los niños atrapados en una cueva en Tailandia captura la atención del mundo. Profundamente deseamos que todos esos niños pueden ser rescatados para que logren retornar a sus familias y a sus vidas lo antes posible, sin tener que lamentar ninguna otra muerte entre los rescatistas.

Pero no quiero hablar de la situación en sí, sino de un solo elemento puntal: la entrada y la salida de la cueva. Entre la interminable avalancha de información sobre este tema, en un momento consultaron a un buzo experto en cuevas y el buzo afirmó que, cuando él entrena a otros buzos, siempre les dice que es más fácil entrar a una cueva que salir de ella.

De hecho, dijo el experto, el entrenamiento se enfoca en cómo salir de la cueva, no en cómo entrar.

Ese concepto me hizo pensar en la gran verdad que allí se encierra: existen muchos ejemplos de lugares, actividades y hábitos en los que resulta fácil entrar, pero difícil salir. Por ejemplo, prácticamente no tenemos que hacer nada para subir de peso, pero luego no resulta tan sencillo perder todo ese exceso peso que hemos acumulado.

Y algo similar ocurre con las deudas. Resulta muy sencillo recibir y activar una tarjeta de crédito. Prácticamente no debemos hacer nada, ya que esas solicitudes llegan solas por correo o por email. Pero con esa misma facilidad caemos en deudas de las que posteriormente resulta muy difícil salir.

En definitiva, con un poco de reflexión y de imaginación podremos encontrar numerosos ejemplos en nuestras propias vidas de situaciones en las que fue fácil entrar (relaciones, empleo), pero de las que resulta difícil salir, sin importar cuán apremiante sea la situación ni cuán urgente sea resolverla.

Pero existe un elemento más en la historia de los niños atrapados en Tailandia. Según el buzo antes mencionado, para salir de la cueva se necesita la ayuda de profesionales. Y eso me llevó a pensar en otra cueva, en este caso una cueva alegórica en la que los allí encerrados necesitan a alguien que los “rescate”.

Pero esta cueva alegórica, de la que habla Platón, es distinta que la de Tailandia, porque en Tailandia los niños saben que están atrapados y esperan ser rescatados. Pero en la cueva (o caverna) de Platón, quienes allí están encerrados no son conscientes de su encierro ni esperan que nadie los rescate, los libere.

Platón no dice cómo llegaron los habitantes de su ficticia cueva a ese lugar, pero en realidad es detalle no tiene tanta importancia, porque, como dijimos antes, entrar a la cueva es sencillo. Salir es el problema porque a veces estamos tan profundamente encerrados y por tanto tiempo que hasta nos olvidamos de nuestro propio encierro y rechazamos la mano amiga que busca sacarnos de la cueva.

De la misma manera que esperamos que los 12 niños encerrados en la cueva de Tailandia sean rescatados, también confiamos que muchos encerrados dentro de cuevas de su propia creación algún día sean rescatados.

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