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Proyecto Visión 21

No siempre vamos hacia donde estamos seguros de ir yendo

Según un reciente reporte, Jim Metcalfe, un hombre de negocios en el Reino Unido, hizo lo que tantas veces había hecho: subirse a un tren en Glasgow a la medianoche para viajar durante unas cinco horas y amanecer en Londres. Y, como siempre lo hace, una vez dentro del tren, Metcalfe se durmió. 

A las 5:30 de la mañana, Metcalfe se despertó listo para su día de trabajo en Londres, pero algo no estaba bien. Casi inmediatamente, un representante de la empresa ferroviaria le informó que el tren todavía estaba en Glasgow. De hecho, no se había movido ni un solo centímetro. Por problemas en las vías, el viaje se había cancelado. 

Según el mismo reporte en los medios, el representante le dijo a Metcalfe que intentaron despertarlo durante la noche, pero que como él estaba tan profundamente dormido, no lograron hacerlo. Por eso, decidieron dejarlo dormir, aunque siempre hubo alguien cuidándolo para evitar cualquier inconveniente. 

Claramente, el viaje se canceló luego de que Metcalfe y otros muchos pasajeros ya estaban dentro del tren. Pero aparentemente Metcalfe fue el único en dormirse sin que lograsen despertarlo. Por eso, para su asombro, aunque, al despertarse, él pensó que ya había llegado a su destino, todavía estaba en el punto de partida.

La situación de Metcalfe sirve de ilustración de la situación en las que muchas personas se enfrentan ya no en un viaje en tren, sino en el viaje de la vida: se quedan “dormidas” (aunque estén “despiertas”) y, aunque asuman que están marchando hacia su meta, permanecen siempre en el mismo lugar.

En el viaje de la vida, al contrario de lo que le sucedió a Metcalfe, pocas veces alguien permanece a nuestro lado para cuidarnos mientras “dormimos” y durante el tiempo suficiente hasta que nos “despertamos” y tomamos consciencia de nuestra situación, es decir, hasta que dejamos de engañarnos a nosotros mismos creyendo que estamos “progresando”. 

Muchos de nosotros, como lo hizo el mencionado hombre de negocios del Reino Unido, decidimos ir de “aquí” (donde quiera que quede ese “aquí”) para “allá” (donde quiera que quede ese “allá”), confiando que al llegar “allá” comenzaremos una nueva vida. Pero no nos damos cuenta de que, en realidad, no hemos avanzado ni un solo centímetro. Seguimos igual que siempre.

Empezamos el sueño de cambiar de vida al cambiar de lugar (o de trabajo, o de pareja), pero lo empezamos dormidos. Por eso, dejamos que algo (el tren) o alguien (el jefe, el cónyuge, o quien sea) nos “lleven” a nuestro destino. Y luego, un día y por algún tipo de milagro, nos despertamos sólo para darnos cuenta de que todavía estamos donde siempre estuvimos. 

Nuestro “sueño”, lejos de ser una invitación a la acción y a la transformación personal, era (y quizá siga siendo) sólo una expresión de pereza y de autoengaño. La vida es una energía que constantemente fluye. Por eso, no se puede vivir la vida sentado y durmiendo, esperando llegar a algún lugar al que lamentablemente nunca llegaremos. 

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