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Proyecto Visión 21

No saber quiénes somos tiene consecuencias en lo que hacemos

En una historieta cómica que leí la semana pasada aparecían el padre y la madre sentados en un sillón de la casa con un muchachito a su lado, y el padre diciendo algo así como “Hijo, tu madre y yo creemos que tú ya tienes edad suficiente para saber que en realidad eres un holograma”.

 

La historieta no me hizo reír sino pensar y que, más que cómica, la encontré preocupante por varios motivos. Por ejemplo, ¿están los niños actuales tan tecnologizados que ya no tienen nada en común con sus padres, excepto quizá vivir en la misma casa?

 

¿O están los padres aprovechando la tecnología actual más bien para crear hijos que para criar hijos?

 

No creo que el creador de la historieta haya tenido esos pensamientos en mente al dibujarla. Pero, como todo buen cómico, este dibujante es claramente un agudo observador de la realidad y sus historietas se convierten, por eso, en un innegable reflejo de lo que está pasando en nuestra sociedad.

 

Además de un exquisito análisis del cambio generacional, esta historieta también abre otro sendero del pensamiento invitándonos a aceptar que no siempre sabemos quiénes realmente somos y que sólo podemos saberlo cuando llegamos a ser suficientemente maduros y alguien nos lo revela.

 

La idea de que sólo somos una imagen holográfica proyectada por otra persona ha sido artísticamente explorada, con mayor o menor fortuna, en numerosas ocasiones en las distintas series de ciencia ficción, especialmente “Viaje a las Estrellas” y, desde una perspectiva distitinta, la trilogía de películas “Matrix”.

 

Esa idea, a su vez, es una variación del llamado “argumento de la simulación” que dice que quizá toda nuestra vida sea solamente un gran simulación dentro de una computadora. (Para más detalles, visitar www.simulation-argument.com.)

 

Y aún esta idea de que sólo somos imágenes de computación es, en mi opinión, una variante tecnológicamente actualizada de una creencia popular en la antigüedad y vigente hasta hace pocos siglos (véanse la obras de Calderón de la Barca) que afirma que sólo somos las imágenes del sueño de quien sea que nos está soñando.

 

Sea como fuere, cuando el cuestionamiento sobre quiénes somos realmente y quiénes son nuestros hijos se aleja del ámbito filosófico e incluso de las obras de ciencia ficción para emerger entre las historietas cómicas entonces claramente se puede concluir que ese cuestionamiento un nivel general, profundo, constante y hasta subconciente.

 

No saber quiénes somos tiene consecuencias en todo lo que hacemos. Si no sabemos ni estamos seguros de quiénes somos “nosotros” tampoco sabemos quiénes son “los otros”. Y como los inmigrantes son por definición “los otros” entonces no podemos resolver el problema inmigratorio.

 

Pero hay algo aún más preocupante. Si, como la historieta en cuestión lo ejemplifica, la manera de saber quiénes somos depende de nuestro nivel de madurez y de que alguien nos lo revele, se corre el riesgo de ser manipulados para que creamos que somos quienes en realidad no somos.

 

En esa “caída” espiritual, existencial y social vivimos todos los días.

 

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