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Proyecto Visión 21

No necesito ni quiero que me feliciten por enviar mensajes o hacer llamados

Francisco Miraval

 

La semana pasada envié un mensaje electrónico usando el mismo servicio que uso desde hace por lo menos 15 años, Yahoo, y, para mi sorpresa, inmediatamente apareció en la pantalla un mensaje felicitándome por haber completado la tarea de escribir y mandar un email.

 

Luego, tras verificar que ningún mensaje verdadero había sido atrapado por error en la carpeta de mensajes basura, borré todos los otros mensajes indeseados. Nuevamente, recibí una imprevista felicitación por colaborar en la lucha contra los mensajes basura.

 

Poco después, conecté mi teléfono con una red Wi-Fi para hacer una llamada y, tras concluir esa llamada, apareció un mensaje en la pantalla del teléfono felicitándome por haber concretado una llamada telefónica usando Wi-Fi. Eso ya fue el colmo para mí.

 

Desde hace décadas que uso teléfonos y correo electrónico y jamás me habían felicitado por enviar un email, o por borrar mensajes que no quiero, o por hacer una llamada telefónica. De hecho, no necesito ni quiero esas felicitaciones. ¿Por qué, entonces, me las envían?

 

Me parece que vivimos en una época en la que nos sentimos tan aislados, tan separados, tan menospreciados y tan poco reconocidos que se asume que hasta una felicitación anónima, automática y despersonalizada es necesaria y será bien recibida.

 

Además, ¿tanto estamos perdiendo nuestra capacidad intelectual que ahora tienen que felicitarnos cuando hacemos hasta las cosas más triviales y sencillas? De hecho, un nuevo informe parece indicar que así es.

 

Según un reporte publicado el pasado 8 de octubre por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), con sede en París, los adultos en Estados Unidos ocupan el puesto 16 entre los 23 países más avanzados en cuanto a lectura, el puesto 17 en resolución de problemas, y el puesto 21 en matemáticas.

 

El reporte, preparado por el Programa Internacional para la Evaluación de la Competencia de los adultos (PIAAC, en inglés), revela que los adultos estadounidenses tienen más dificultades para entender mensajes electrónicos o resolver problemas diarios que, los japoneses, finlandeses, holandeses y australianos, que ocupan los primeros lugares en cuanto a capacidad de comprensión en lectura y matemáticas.

 

Quizá por eso me felicitan por enviar un email, borrar un mensaje basura o hacer una llamada telefónica. Me pregunto qué otros artefactos comenzarán a felicitarme en el futuro cercano y por qué lo harán.

 

Me imagino que el refrigerador me felicitará por no haber dejado sobras de comidas en su interior. Y el carro me felicitará por cambiarle el aceite a los 5000 kilómetros, como lo sugiere el manual del vehículo.

 

Si cometo un error,  ¿comenzarán a insultarme esos artefactos? ¿Se enojarán porque no borro los mensajes basura, porque dejo prendida la luz del baño o porque el vehículo tiene menos de medio tanque de gasolina?

 

No se crea, por favor, que se trata de una propuesta ridícula. Nuestra búsqueda de satisfacción instantánea y reconocimiento personal es tan intensa que seguramente trataremos de no ofender a las máquinas si, por no hacerlo, nos cortejan con sus felicitaciones.

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