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Proyecto Visión 21

Matar ahora por un celular ¿y después por qué?

Francisco Miraval

Hace unos pocos meses, un adolescente hispano de Greeley, en el norte de Colorado, recibió una sentencia mínima de seis años en una prisión juvenil por haber asesinado en marzo pasado a su primo, un niño de dos años a su cuidado, porque el pequeño quiso tomar el teléfono celular que el adolescente estaba usando para acceder a una conocida red social.

Según la información difundida en su momento por la policía de Greeley, el adolescente confesó que había golpeado en el pecho y sacudido a su primo porque no lo dejaba usar el celular. Por declararse culpable, el adolescente recibió una sentencia suspendida de 18 años, que deberá cumplir de manera efectiva si no completa su programa de rehabilitación en la cárcel juvenil.

Parece increíble que alguien mate a otra persona por apropiarse de un artefacto electrónico tan común y accesible como lo es un teléfono celular. Pero parece aún más increíble que el caso en Greeley diste mucho de ser único, ya que trágicos incidentes similares se repiten no solamente en Estados Unidos sino también en otros países.

En agosto pasado, por ejemplo, una mujer (madre de tres hijos) fue asesinada en Buenos Aires cerca de su casa cuando se resistió a que dos ladrones se llevasen su celular. Tras el asesinato, los atacantes se llevaron el teléfono de la mujer, pero dejaron en el lugar una importante cantidad de dinero en efectivo.

Según el diario La Nación (de Buenos Aires), el asesinato de personas para robarle sus celulares sobrepasa ahora en la capital de Argentina los asesinatos relacionados con robos de vehículos 

Y también en agosto pasado, en Neiva, Colombia, un joven de 17 años fue apuñalado en la puerta de su casa cuando desconocidos intentaron robarle el celular, aunque, según testigos, el joven no se resistió. La víctima falleció poco después del ataque.

¿Por qué se mata por un teléfono? Fuentes policiales en Argentina y Colombia indicaron que existen dos razones principales: la fácil reventa de los aparatos en negocios de dudosa reputación y la información personal allí almacenada, que puede generarles a los malvivientes ingresos superiores a los que obtendrían por la venta de objetos robados.

Pero, más allá de las razones estrictamente policiales, claramente existen otras explicaciones. Muchos de nosotros hemos experimentado una especie de vacío existencial si nos olvidamos el celular en la casa, al punto que regresamos para buscarlo porque, sin el celular, nos sentimos incompletos.

En otras palabras, hemos desarrollado un apego tan grande a este aparato que nos hemos encadenado y esclavizado a él, tanto que hay quienes matan o mueren por esa esclavitud.

Además, en esos celulares encerramos toda nuestra vida, incluyendo contactos, canciones, fotografías y datos personales. Y usamos esos artefactos en todo momento para comunicarnos o crear la ilusión de comunicación. ¿Quién no ha estado en una reunión más atento al celular que a lo que realmente está sucediendo?

Si ahora se mata sin piedad por un aparato importante pero fácilmente remplazable, ¿por qué se matará después?

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