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Proyecto Visión 21

Los consejos de los “expertos” resultan exasperantes y frustrantes

Francisco Miraval

Algunas cosas no cambian ni aunque cambien los años y se distribuyan versiones actualizadas de computadoras, programas y juegos. Alguien dijo (creo que se le adjudica a Isaac Asimov) algo así como que “contra la estupidez humana hasta los mismo dioses luchan en vano”. Y no hay mejor lugar para comprobar la veracidad de esa afirmación que los foros en línea de ayuda técnica.

Recientemente, una de mis laptops dejó de funcionar y, luego de intentar varias cosas, llegué a la conclusión que el problema era la batería. Para saber exactamente qué batería era (para remplazarla) fui al foro correspondiente a la marca y modelo de mi laptop. Y allí me encontré que muchas otras personas tenían el mismo problema.

“Fíjese que el cable esté conectado”, aconsejaba un “experto”. La verdad, si no lo leo en ese foro electrónico jamás se me hubiese ocurrido revisar el cable. Y otro experto agregaba: “Asegúrese que la batería esté dentro de la laptop”. ¡Por supuesto que la batería está fuera de la computadora!, me dieron ganas de responder a un diálogo que ni siquiera era mío.

Alguien, con un problema mayor que sólo una batería, realizó una pregunta que obtuvo como respuesta el pedido de que esa persona enviase los detalles de la computadora que usaba. La persona envió esos detalles y el “experto” le dijo cómo resolver el problema. La solución no funcionó, ni la siguiente, ni la siguiente tampoco.

Finalmente, el “experto” dijo: “No tenemos una solución para su problema. Esperamos haber sido de ayuda”. Respuestas como esa son de gran ayuda, especialmente si uno quiere perder el tiempo o si a uno le gustan las frustraciones. También sirven para motivarnos a practicar yoga y contener nuestro enojo.

De hecho, recientemente me sucedió algo similar cuando compré un disco duro externo nuevo para hacer el “back up” de mis archivos y ese disco duro no se conectó automáticamente a la computadora como debería haberlo hecho.

Fui entonces a la página de la compañía de la empresa fabricante del disco y me encontré con una respuesta preparada para otros que antes que yo ya habían tenido el mismo problema. La respuesta simplemente decía: “Le aconsejamos comprarse un disco nuevo.” ¡Pero si el que yo me compré era nuevo!, daban ganas de gritar.

Y ni que hablar de aquella vez que tuve problemas con mi cuenta de correo electrónico de una cierta institución y cuando llamé a “soporte técnico” para pedir ayuda me dijeron que el pedido debía realizarse usando el mismo correo electrónico que no funcionaba.

Estos ejemplos, obviamente, podrían multiplicarse y no se reducen sólo al ámbito de la tecnología. Lo mismo sucede en educación, religión, finanzas, periodismo y en tantos otros ámbitos de la vida, algunos importantes, otros no.

Claramente, vivimos en una sociedad y en un mundo que se deleita en la obviedad y en frustración y que ve  a quien pregunta no cómo alguien que quiere aprender si no como alguien vulnerable, es decir, como una potencial víctima.

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