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Proyecto Visión 21

Lo que no vemos ni sabemos puede ser lo verdaderamente importante

Ya sabemos lo que enseñaba El Principito: Lo esencial es invisible a los ojos. Pero de saber esa verdad a vivirla y practicarla existe una gran distancia que, por su tamaño, nos lleva a aceptar como esenciales cosas que no lo son y no nos permite ver los fundamentos y las fuentes verdaderamente esenciales. Dicho de otro modo: juzgamos sin base ni conocimientos.

Ese pensamiento recientemente vino a mi mente cuando, al caminar por un parque al sur de la ciudad en la que vivo me encontré con un árbol torcido o, mejor dicho, inclinado como la Torre de Pisa. Era el único árbol en esa condición entre numerosos otros árboles que habían crecido sin desviarse de un crecimiento estrictamente vertical. 

La situación del árbol torcido me hizo recordar aquel refrán que dice que las personas, como los árboles, son difíciles de enderezar si nacen y crecen torcidos. Quizá vivan largas y productivas vidas, quizá, literal o metafóricamente, alcancen impresionantes alturas. Pero estarán siempre torcidos y, por eso, serán fácilmente detectados y atacados.

Pero al seguir caminado y al acercarme al árbol torcido noté algo que desde lejos no se veía: había crecido sobre una gran roca. Mientras todos los otros árboles estaban sobre el suelo firme, el árbol torcido estaba sobre una roca y, aún peor, la roca estaba al borde de un pequeño acantilado. Un paso en falso, por así decir, y el árbol caería al vacío. 

Debido al lugar en el que el árbol torcido había crecido, sus raíces no estaban enterradas, sino que quedaban a la vista, literalmente aferradas a la roca. Y esa era la clave: el árbol torcido había nacido y crecido en un lugar en el que necesitaba usar todas sus energías para aferrarse a la vida, sin importar cuán torcido o no estuviese ni, mucho menos, lo que otros dijesen de él. 

Lo esencial de ese árbol, sus raíces externas aferradas a una roca, permaneció invisible a mis ojos no solamente hasta que me acerqué lo suficientemente al árbol para ver sus raíces, sino hasta que dejé de lado mis prejuicios y mis juicios sobre “árboles torcidos”, fuesen plantas o personas. 

Para usar otra metáfora, si solamente vemos la parte visible del témpano y creemos que esa es toda la realidad, nuestros pensamientos y nuestro entendimiento estarán distorsionados y limitados. Muchas veces la realidad, lo esencial, queda sumergida dentro de dos grandes mares: la historia y el subconsciente (para llamarlo de alguna manera). 

Todo lo que hoy creemos y lo que creemos saber tiene un origen histórico. Y mucho de lo que creemos y decimos creer no lo creemos ni lo decimos conscientemente, sino que forma parte de ese nivel no consciente de nuestra mente. 

Por eso, no podemos ver lo que el témpano esconde debajo del agua, ni tampoco los orígenes históricos de nuestras ideas y situaciones, ni lo que realmente se esconde dentro de nuestra mente. Las ocultas fuentes de la realidad sólo pueden ser vistas con ojos adecuadamente entrenados. 

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