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Proyecto Visión 21

Las crisis revelan aquello que permaneció oculto durante mucho tiempo

Uno debe realmente cuestionarse si no será que la naturaleza (o el universo, o algún otro tipo de presencia) está usando una crisis tras otra (pandemia, sequía) para prácticamente obligarnos a recordar todo aquello que quisiéramos dejar sumergido en el inconsciente y, de esa manera, tomar consciencia de nuestras acciones de destrucción y de autodestrucción.

Por ejemplo, la extrema sequía en Europa ha causado un descenso tan grande del caudal de los principales ríos en ese continente que ciertos objetos estuvieron sumergidos durante décadas, siglos e incluso milenios ahora pueden observarse a simple vista y sirven de recordatorio de las tragedias, dolores y conflictos del pasado. 

El bajo caudal del Danubio dejó al descubierto una flotilla de barcos de guerra hundidos por los nazis al final de la Segunda Guerra Mundial, barcos que aún contienen municiones activas que, de explotar, podrían causar inmensa destrucción.

Además, la poca agua en el río Tíber en Roma permitió ver por primera vez en dos milenios los restos de un antiguo puente romano, que colapsó en aquella época. Y en otros ríos de Europa reaparecieron las llamadas “piedras del dolor” con un mensaje claro para nuestra época: “Si ves esta piedra, llora”.

Pasando a Estados Unidos, el otrora inmenso Lago Mead, el embalse artificial más grande del país, quedó reducido comparativamente a una pequeña acumulación de agua decenas de metros por debajo de sus niveles normales. Por eso, numerosos de vehículos hundidos, así como incontables objetos perdidos y hasta cuerpos de víctimas ahora quedaron a la vista.

Creo que no existen dudas que en nuestra vida personal hacemos lo mismo: escondemos debajo de la superficie del inconsciente los escombros de conflictos, los restos desmoronados de relaciones, los recuerdos del dolor, las acciones sin ética y todo lo que nos molesta en el presente.

Luego llega una crisis causa que todo aquello que creímos perdido e inexorablemente olvidado quede otra vez a la vista de todos. Como enseñaba un maestro itinerante hace 2000 años, no hay nada oculto que no sea revelado, sea a nivel personal o a nivel de la humanidad global.

La más reciente pandemia fue una excelente oportunidad para repensar nuestra relación con los otros, con la naturaleza y el universo, con la divinidad, y cada uno consigo mismo. Pero nos empeñamos en regresar a una “normalidad” que nada tuvo de normal y en seguir destruyendo todo a nuestro paso, y destruyéndonos, para satisfacer nuestro inagotable narcisismo.

En ese contexto, parece que la naturaleza, en su sabiduría, se cansó de nuestra inmadurez colectiva y decidió hacernos ver por medio de un clima extremo que lo que ya tendríamos que haber visto, pero no lo vimos porque no quisimos o porque nuestra inmadurez no nos dejó. Y lo que no quisimos ver es cuán irresponsables somos con el planeta y con los otros. 

Sólo la divinidad sabe qué otras calamidades recaerán sobre los humanos si nos negamos a recapacitar y a enmendar nuestra forma de vida. Pero todavía tenemos la oportunidad de hacerlo. 

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