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Proyecto Visión 21

La pandemia removió las desagradables máscaras sonrientes que muchos llevaban

No cabe ninguna duda que la pandemia (que, dicho sea de paso, aún no terminó) impactó y transformó muchos aspectos de nuestras vidas. Por ejemplo, un nuevo estudio revela que la pandemia causó y aumento de la apatía y exacerbó las divisiones en numerosas iglesias. Y otro impacto de la pandemia, agrego yo, fue la desaparición de desagradables máscaras sonrientes.

Por eso, yo puedo decir que, durante 2021 y debido a la pandemia, perdí muchas personas cercanas a mí, algunas de ellas amigos (así lo creí) durante muchos años. Cuando digo “perdí” no refiero a que alguien falleció, sino a que la disrupción y el temor generados por el COVID-19 llevó a esas personas a removerse las caretas que habitualmente usaban.

Se dice que las tragedias “sacan lo mejor” de muchas personas. Pero también es verdad que las tragedias (como la actual pandemia) también “sacan lo peor” de muchas personas que ya tenían dentro de ellas “lo peor” (la discriminación, la deshonestidad, el abuso, la explotación), pero que lo escondían detrás de una amigable sonrisa, de títulos y cargos, y de premios y honores.

Pero detrás de esa resplandeciente sonrisa, de los grandilocuentes títulos y de los interminables premios (y oportunidades para fotografías promocionales) se escondían intenciones, ahora claramente reveladas, de revictimizar a las víctimas para, en nombre de supuesta “ayuda comunitaria” aumentar el control de esas pobres personas y, a la vez, el ingreso propio.

Una vez que ya no fue necesario disfrazarse de humana, una vez que toda pretensión y pretexto de autenticidad y honorabilidad quedaron de lado, los ahora “desenmascarados” no solamente continuaron, sino que incluso intensificaron sus actitudes predatorias, haciendo de cada persona necesitada un “cajero automático” al pedir ayuda supuestamente para esa persona. 

Y si se cree que estoy exagerando, no es así. Por ejemplo, un reciente artículo publicado por el psicólogo social Jonathan Haidt en The Atlantic explica de manera clara e innegable que la pandemia causó una marcada reducción en nuestras capacidades cognitivas. 

Además, se sabe que la pandemia redujo la expectativa de vida en los países desarrollados en hasta cuatro años y que muchas personas padecen de problemas físicos y de salud mental, algunos leves, otros graves, debido a la pandemia. Por eso, no resulta sorprendente en lo más mínimo que aquellos que no son lo que mostraban ser ahora muestren lo que realmente son.

Ellos son quienes cuando se encuentran con alguien en una buena posición y con deseos de ayudar a la comunidad, en vez de compartir oportunidades o de aceptar ayuda o recursos, piensan cómo explotar al incipiente buen samaritano, sea quitándole dinero o ideas, o usando sin decirle su presencia o influencia para beneficio propio, pero no de la comunidad.

En el contexto de la famosa Alegoría de la Caverna de Platón, estas personas son quienes encadenan a los prisioneros y luego se dedican a entretenerlos para que se olviden de que están encadenados y ni siquiera intenten librarse de esas cadenas. Esas personas somos tú y yo. 

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