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Proyecto Visión 21

La nueva importancia de la humildad socrática en la época de la tecnociencia

En la Apología de Sócrates (23a), Platón presenta a Sócrates explicando que cuando el Oráculo de Delfos lo declaró el más sabio de todos los seres humanos, lo que realmente quiso decir ese oráculo es que la sabiduría de Sócrates consistía en entender que “la sabiduría humana vale poco y nada”.

Casi dos milenios y medio después, esta perspectiva sigue siendo profundamente relevante, y necesitamos recuperar esa sabiduría para navegar los desafíos del mundo moderno.

Sócrates, que nunca escribió un libro sobre sus pensamientos, sigue siendo sin duda uno de los más influyentes filósofos de la cultura occidental y, muy probablemente, uno de los pensadores más ambiguos (si se permite la expresión) debido precisamente a su capacidad de autoconocerse.

Cuando Sócrates afirma que el verdadero mensaje de la divinidad es que “la sabiduría humana vale poco y nada”, esa afirmación no indica ni desprecio ni menosprecio por la sabiduría humana, sino que es más bien un lamento por el hecho de que, ya en aquella época, y más aún en la nuestra, hemos “rebajado” la sabiduría a algo así como la mera acumulación de conocimientos o, peor aún, a la capacidad de alcanzar ciertas metas.

Sócrates nos advierte que el “valor” de la sabiduría no radica en su potencial utilidad; es decir, la sabiduría no es una “herramienta” con la que “se hacen” cosas. De manera más estricta, la sabiduría no consiste ni en la acumulación de conocimientos ni en la adquisición de habilidades técnicas.

Para Sócrates, reconocer nuestra propia ignorancia (“Sólo sé que no sé nada”) y aceptar que la sabiduría humana “vale poco y nada” forman los cimientos de la verdadera sabiduría. Desde esta perspectiva, y midiendo con esta vara, los “expertos” y los “intelectuales” tanto de aquella época como de la nuestra, diría Sócrates, no son realmente sabios.

La razón es clara: nos hemos vuelto tan adictos a nuestras propias ideas (como dijo el Padre Richard Rohr) que estamos enceguecidos por nuestras creencias, conocimientos y habilidades, al punto de confundirlos con sabiduría. Esa ignorancia no solo se ignora a sí misma, sino que es una ignorancia arrogante que se autoproclama como sabiduría.

Por el contrario, para Sócrates, “el ser humano surge como una entidad imperfecta, pero mediante el aprendizaje permanente, la humanidad puede alcanzar un nivel de realización personal y plenitud”, como expresa Fatih Demirci en el artículo “Sócrates: el profeta del aprendizaje de por vida”.

Sócrates llamó a su conducta “filosofía” y a sí mismo “filósofo”, sugiriendo que “el aprendizaje es una búsqueda incesante de conocimiento sin la intención de alcanzar un fin”, agrega Demirci.

En el siglo 21, el ideal socrático de la "vida examinada", las limitaciones de la sabiduría humana y la centralidad del autoconocimiento tienen una profunda relevancia. A medida que nuestro mundo se vuelve cada vez más complejo e interconectado, la humildad para reconocer los límites de nuestra comprensión y la voluntad de cuestionar continuamente nuestras suposiciones son cualidades esenciales para afrontar los desafíos que enfrentamos, tanto a nivel individual como global.

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