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Proyecto Visión 21

La cerrazón mental reduce nuestro mundo en un ciclo sin fin

Recientemente me encontré con un joven que compartió conmigo sus serios problemas personales quizá solamente para que alguien más los escuchase, porque en ningún momento pidió ayuda. En medio de su monólogo, afirmó que “Lo que me pasa debe ser normal porque les pasa a todos los hombres que yo conozco”. 

El joven me explicó entonces que su padre y sus tíos tenían problemas similares (relaciones conflictivas, inestabilidad laboral, adicciones), como antes los había tenido su abuelo y como también lo tienen sus compañeros de trabajo y sus amigos. Por eso, pensó que “si a todos les pasa lo mismo” esos problemas son “normales” y, de hecho, no son problemas. 

El tema es que sus múltiples conductas innegablemente autodestructivas lo estaban afectando a él, a su familia cercana y a su familia extendida. Pero en el mundo en el que este joven vive (“mundo” en el sentido de conexiones interpersonales y de ideas y creencias compartidas y aceptadas), esas conductas autodestructivas son tan prevalentes que se ven como “normales”.

El pobre muchacho, atrapado dentro de su propio mundo (literalmente), no solamente racionalizó su situación justificándola de la manera más antigua posible (“Todos hacen lo mismo”), sino que se mostró a incapaz de ver los límites de su mundo y, por eso, de imaginar alternativas más beneficiosas para él y los suyos más allá de ese mundo pequeño. 

Pero seamos honestos: todos estamos encerrados dentro de nuestros mundos pequeños. “Cuán pequeño el mundo es” repite incesantemente uno de los juegos en Disney World. Y, gracias a las redes sociales y a la omnipresencia de los teléfonos inteligentes, ese mundo es cada vez más y más pequeño. 

Aceptamos como “normal” algo que vemos todos los días simplemente porque lo vemos todos los días, desconociendo los orígenes históricos, culturales, sociales, políticos e ideológicos de esa “normalidad”. 

Y aunque esa “normalidad” sea tan autodestructiva para la vida del planeta como la adicción que cada día destruye un poco más la vida del joven con quien hablé, aceptamos esa conducta destructiva como algo “normal”. 

De hecho, normalizamos así la violencia, la injusticia, la explotación y la ignorancia y entonces le damos nombres “aceptables”, como “ley y orden”, “justicia”, “trabajo” y “educación”. Pero, como ese es el mundo en el que vivimos, creemos que es algo normal y que no existen alternativas. 

Si el muchacho con quien hablé no cambia su conducta, en poco tiempo lo perderá todo, incluso la vida. Sin embargo, si cambia su conducta (con la ayuda profesional que necesita y en respaldo de quienes quieran respaldarlo), probablemente salvará su vida y su futuro.

A nivel global, si seguimos haciendo lo que estamos haciendo, el ecocidio planetario será una realidad. Y si cambiamos nuestra conducta (con la ayuda de las grandes mentes y corazones que quieran hacerlo), aun así, no existen garantías de que podamos salvar nuestro futuro. 

El Universo quizá se beneficiará con la desaparición de una humanidad autodestructora e inmadura. Pero el Universo también podría beneficiarse con una humanidad plenamente humana. 

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