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Proyecto Visión 21

Estoy cansado que me digan que sólo debo pensar en el presente

En el actual contexto de incertidumbre y ansiedad, cada vez que menciono el futuro me encuentro con la misma respuesta: “Sólo debemos pensar en el presente porque el presente es lo único que existe”. A veces, la frase termina con “lo único que tenemos”. Sinceramente, ya estoy cansado de esa respuesta. Ese cansancio surge de dos razones, una filosófica y otra ética.

Primero, quien afirma que el “presente es lo único que tenemos” demuestra poca o ninguna reflexión sobre el interminable y a la vez esencial problema del tiempo. Obviamente, no es necesario ser filósofo para expresar una opinión y cada persona tiene el derecho a expresar lo que quiera decir. Pero, sea como fuere, el presente no es lo único que tenemos.

No es este ni el momento ni el lugar (en un comentario tan superficial y corto como este) para hablar de qué es o no es el tiempo. Pero diré lo siguiente: cuando se reduce el “tiempo” meramente a un tiempo cronológico o mecánico, se ha perdido de vista la multidimensionalidad del tiempo y, como consecuencia, se deja de lado la temporalidad del ser humano.

En ese contexto, se considera como permanente a lo impermanente, como duradero a lo fugaz y como inmutable a perecedero. Se asume, erróneamente, que ni el futuro ni el pasado existen y que lo único que existe (el presente) es precisamente lo único que no existe, ya que el presente es el futuro del pasado y el pasado del futuro. 

Segundo, dejando de lado toda filosofía, existe una cuestión ética. Con inmensa frecuencia, quien me pide pensar solamente en el presente usa ese enfoque para desligarse de sus responsabilidades, tanto actuales como pasadas y futuras.

Como bien dijo el filósofo español Daniel Innerarity, quien usa el presente para escapar del pasado convierte al futuro en un basurero. Y eso es exactamente lo que sucede: hemos convertido al futuro en un basurero al punto que, de hecho, vivimos en las ruinas del futuro. El presente se ha transformado, por nuestra desidia, en las ruinas del futuro.

Y bien decía el Dr. Martin Luther King Jr. que quien no está pensando en sus “nietos” (es decir, aquellas generaciones que probablemente no veremos) “no está pensando en absoluto”. Es que, para citar a otro español, Enrique Santin, “el pasado se recuerda, el presente se vive, el futuro se piensa”. 

Por eso, la invitación a “enfocarse en el presente” (en cualquiera de sus muchas variaciones) es, en definitiva, una insoportable invitación a dejar de pensar y a caer en un fatalismo que nos “libera” de toda responsabilidad de cambiar el presente y de construir un nuevo y distinto futuro. 

¿Cuál es entonces la alternativa? Dicho brevemente, entender que el futuro no es el tiempo cronológico después del presente. El futuro es un estado de la consciencia: el despliegue de la consciencia hacia sí misma, es decir, hacia oportunidades aún no exploradas. Por eso, el futuro (y el tiempo en general) es la apertura hacia el otro. 

 

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