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Proyecto Visión 21

Estamos presenciando el final de la educación y no sabemos cómo reaccionar

Si realmente abriésemos nuestras mentes, corazones y voluntad y viésemos la realidad en vez de sólo ver y perpetuar nuestra ideología, si dejásemos que el futuro emerja en vez de insistir en vivir dentro de una cámara de eco escondida, entonces veríamos que estamos presenciando el final de la educación. Y, lo aceptemos o no, no sabemos cómo reaccionar.

Un reciente artículo por Rodrigo Assael publicado en el sitio Educación Futura subraya algo que debería ser obvio: la educación ya no nos preparada para el futuro. De hecho (agregamos nosotros), quizá nunca lo hizo. Quizá la educación fue y es solamente la domesticación necesaria para perpetuar el presente. 

Sea como fuere, dice Assael, la Cuarta Revolución (que incluye inteligencia artificial, biotecnología, impresiones 3D, red 5G, Internet de las Cosas y computación cuántica) ha dejado rezagado a un sistema educativo que aún prepara obreros y empleados para trabajos repetitivos, mecánicos, especializados y para toda la vida.

Dicho de otro modo (otro agregado nuestro), la educación prepara buenos trabajadores para la primera revolución industrial. Pero la estamos en la Cuarta Revolución (o en la cuarta etapa de la misma revolución, si se lo quiere ver así.) 

Y en esta nueva revolución la educación (es decir, la transferencia de información en un contexto formal controlado por maestros o profesores) está llegando a su fin. Aún queda por determinar cuán larga será la agonía o si el final será anticipado o repentino. Quizá, en la época de la posverdad y los deep fakes, ya nadie llore la muerte de la educación.

Parafraseando a Nietzsche, la educación ha muerto y nosotros la hemos matado. O casi, porque aún existen ciertos elementos de esperanza pos-educación por las acciones de aquellos que saben, entienden, sienten y viven que el futuro no es continuidad del pasado. 

Veamos, por el ejemplo, el caso de BR, una joven de Argentina que a los 13 años completó en línea sus estudios secundarios en una escuela de Estados Unidos y luego se enroló en una universidad debidamente acreditada para estudiar matemáticas. 

Nada de eso fue del agrado del distrito escolar local que se negó a aceptar los estudios de BR y quiso obligarla a volver a la escuela tradicional y a comenzar sesiones de terapia por haber estudiado sola. Pero todo terminó para bien cuando un tribunal dejó sin efecto las medidas del distrito escolar. 

Los jueces obligaron a las escuelas locales a aceptar los estudios de BR y argumentaron que la joven, aunque buscó una “solución educativa heterodoxa” a su deseo de estudiar, debió hacerlo porque esa fue la única manera en la que “pudo ejercer su derecho a educarse”, algo que no le ofreció “la ineficiencia del sistema educativo”. 

Ya existen cientos de miles de y quizá millones de jóvenes que, cansados de su educación agonizante, crean sus propias soluciones, sin esperarlas de los adultos. A esos adultos que no piensan en educar, sino sólo en chalecos de fuerza, los jóvenes les responden como lo hizo Greta: ¡Cómo se atreven!

 

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