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Proyecto Visión 21

El creador de nuevas tecnologías no siempre entiende sus usos y consecuencias

Cuando Philo Farnsworth inventó la televisión a principios del siglo pasado, lo hizo con la meta de que sirviese para educar a aquellos que no podían asistir a clases en persona, no para difundir telenovelas. Y cuando Mark Zuckerberg creó Facebook, su propósito era compartir historias y fotografías con familiares y amigos, no enviar indirectas a su expareja o copiar memes. 

Existen otros ejemplos similares (Internet se creó como un sistema de comunicaciones en caso de un ataque nuclear), pero los mencionados son suficientes para llegar a esta conclusión (que no es mía, como quedará claro en unos pocos párrafos): el inventor de una tecnología no siempre es el mejor juez sobre la utilidad o inutilidad de esa tecnología.

Ese debate alcanzó un nuevo nivel de urgencia debido a un reciente reporte publicado por cuatro universidades (Tennessee, Colorado, Michigan y Florida Internacional) sobre la manera en la que la aparición de nuevas tecnologías, desde las máquinas de vapor hasta la inteligencia artificial, tiene un impacto no anticipado en la vida y los trabajos de las personas.

Más específicamente, sistemas de inteligencia artificial (IA) como ChatGPT (que puede crear ensayos completos en cuestión de segundos a partir de una pregunta) o DALL-E (que genera imágenes a partir de una corta descripción) parecen tener un impacto negativo tanto en la creatividad humana como en la manera en la que nos comunicamos.

“Estas nuevas herramientas de IA tienen desventajas. En primer lugar, podrían acelerar la pérdida de importantes habilidades humanas que seguirán siendo importantes en los próximos años, especialmente la escritura”, expresó la Dra. Lynne Parker, de la Universidad de Tennessee y coautora del estudio. 

La mención por parte de Parker de la posible pérdida en los próximos años de la habilidad de escribir me hizo pensar inmediatamente en un debate similar, aunque enfocado en los aspectos negativos de la escritura, que Platón pone en boca de Sócrates al final de su diálogo Fedro (274d-275b).

Para nuestros propósitos en esta columna, basta decir que Sócrates narra un mito egipcio en el que Theuth (el dios del submundo entre los egipcios) le ofrece al rey Thamus una de sus invenciones, la escritura, a la que describe como una especia de “fármaco” que hace a los seres humanos más memoriosos y sabios. 

Pero Thamus rechaza esa oferta, indicando que la escritura es un “fármaco” llevará a que las personas “descuiden la memoria” y creerán que, por haber leído cosas sin aprenderlas, “tienen muchos conocimientos”, cuando en realidad “son totalmente ignorantes” y “sabios aparentes”. 

De hecho, Thamus le reprocha a Theuth por haber decidido él mismo sobre los beneficios de su creación, porque “el inventor de una tecnología (técnica, arte) no siempre es el mejor juez sobre la utilidad (provecho) o inutilidad (daño) de esa tecnología.”

A dos milenios y medio de aquel mito y de aquel debate, claramente no hemos avanzado ni un milímetro de la verdad expresada por Platón, ya que ahora, quizá más que nunca, predominan la ignorancia arrogante y la sabiduría aparente. 

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