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Proyecto Visión 21

Ecos de la Ilustración: los peligros de delegar el pensar propio en este mundo fragmentado

Con cierta frecuencia, tanto en conversaciones directas como por medio de las redes sociales, escucho o leo a personas que están buscando a algún gurú, o referente, o influencer que les provea respuestas y soluciones para los problemas que esas personas enfrentan en sus vidas en el contexto de un mundo cada vez más caótico, complejo e impredecible.

Lo que me llama la atención no es solamente la creciente frecuencia con la que se expresan esos pedidos sino que, a la vez, lo que se busca no es alguien que facilite un diálogo tanto interno como externo para encontrar así las respuestas que desesperadamente se buscan, sino que se desean recibir directamente esas respuestas, delegando en el “referente” esa responsabilidad.

Dicho de otro modo (y simplificando y generalizando indebidamente), no existe un deseo de diálogo sino que se espera un monólogo unidireccional en donde el incuestionable “sabio” exprese su “sabiduría” con tanta autoridad y carisma de modo que esa “sabiduría” puede ser aceptada acríticamente. Esa aceptación acrítica de autoritarios carismáticos es peligrosísima.

La situación no es nueva, pero parece haberse agravado en un contexto sociocultural global en el que el mundo conocido se fragmentando y desdibujando día tras día ante nuestros propios ojos para ser reemplazado por algo aún demasiado difuso como para entenderlo, parecido (pero en la vida real) a la ficticia enciclopedia china “Emporio celestial de conocimientos benévolos” mencionada por Borges en El idioma analítico de John Wilkins (1952).

En su prefacio a El Orden de las Cosas (1970, xv), Foucault, tras explicar que el origen de su libro es precisamente el mencionado pasaje de Borges, añade que Borges captura cuán perturbados ahora estamos “por el colapso de la milenaria distinción entre lo Mismo y lo Otro” y, como consecuencia, por “las limitaciones de nuestro propio sistema de pensamiento”.

Pero ya en 1784, en su opúsculo Qué es el Iluminismo, Kant se lamentaba de la “pereza y cobardía” de aquellas personas que “con gusto permanecen en la inmadurez durante toda la vida” porque “les resulta muy fácil ser inmaduros”.

Como bien dice Kant, se trata de personas que reemplazan su propia consciencia y su entendimiento por algo externo (un libro, un pastor, un médico). En nuestra época debemos agregar un influencer, un videíto, un posteo. 

Como explica Kant, en presencia de un “guardián benevolente”, muchos prefieren (preferimos) que esa persona se haga cargo y responsable del “tedioso trabajo” de tener que pensar por uno mismo. El resultado, afirma este filósofo, es dejar de ser humanos (es decir, ser responsables por nuestras propias vidas) para transformarnos en “criaturas dóciles” y “domesticadas”.

Pero para pensar por nosotros mismos debemos tener la libertad de pensar, una libertad que ya en la época de Kant había sido fuertemente restringida y que en nuestra época se restringe al reemplazarse “pensar” con “calcular” y “calcular” con la posibilidad de elegir entre ciertas opciones ya predeterminadas.

Sé muy bien que este balbuceo mayormente incoherente poco y nada aporta a un pensamiento propio. Sólo quisimos intentarlo,

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