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Proyecto Visión 21

Cerrar los ojos al futuro no impide ni cambia la llegada del futuro

Reciente alguien se comunicó conmigo para pedir mi ayuda para “ver mejor el futuro”. Se trata de un hombre de negocios que, debido a los cambios causados por la pandemia, consideró prudente dedicar cierto tiempo a pensar de qué manera su negocio podría ser parte del nuevo futuro. Pero, a pesar de su pedido, lo que menos quiso este hombre es ver el futuro. 

Cuando hablamos de “ver el futuro” no estamos hablando, obviamente, de ningún tipo de adivinación o profecía, sino de analizar cuidadosamente el presente sobre la base de la información ya disponible para ver dónde y en qué dirección emerge el nuevo futuro. 

No hay nada que adivinar, sino mucho que estudiar. Pero primero se debe entender dos cosas: el futuro siempre ya está aquí, aunque no necesariamente en su forma completa; y el futuro no es un tiempo después del presente, sino una expansión de la consciencia. 

Con respecto al primer punto, se puede dar este ejemplo: los primeros aviones poco tienen que ver con los aviones modernos, excepto que en ambos casos son máquinas voladoras. Y, para dar otro ejemplo aún más claro, los primeros teléfonos en poco se parecen a los teléfonos inteligentes modernos. 

Pero los primeros aviones, así como los primeros teléfonos, ya indicaban una cierta dirección del desarrollo de esas tecnologías y, de hecho, numerosos pensadores a principios del siglo pasado fueron capaces de imaginar y anticipar esos desarrollos. A la vez, a pesar de que los ejemplos dados son tecnológicos, el futuro emergente no se limita sólo a nuevas tecnologías.

Y eso nos lleva al segundo punto: el futuro no es un tiempo que llega después, sino una expansión de la consciencia en la que la consciencia se desdobla para comenzar a abarcar un potencial de nuevas oportunidades de autodescubrimiento y de acción previamente no exploradas. 

Dicho de otro modo, el futuro es una mente abierta. Quien tiene una mente cerrada, como sucedió con el hombre mencionado en el primer párrafo, no puede ni quiere ver el futuro y, por eso, sólo busca una repetición infinita del pasado o una continuidad perpetua del presente. Pero para esa persona, no hay futuro porque su consciencia no se ha expandido como para verlo.

Algo dijo, y con toda razón, que lo opuesto de “amor” no es “odio”, sino “indiferencia”, porque en la indiferencia ni siquiera existe ninguna relación entre una persona y otra. De la misma manera, lo puesto de “futuro” no es “pasado”, sino “dictadura” (cualquiera que sea su forma), porque en la dictadura no hay lugar para el futuro. Con frecuencia, la dictadura es autoimpuesta.

Por eso, cuando invité al hombre de negocios ya mencionado a pensar en un futuro que ya no es continuidad del presente (hoteles espaciales, viajes a Marte, inteligencia artificial general, pandemias constantes) su respuesta que nada de eso es relevante para su negocio, cuando, de hecho, lo eso. 

Cerrar los ojos al futuro no invalida ni modifica su llegada, pero ciertamente nos autoexcluye del nuevo futuro. 

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