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Proyecto Visión 21

Los monólogos intercalados no son un diálogo

En las redes sociales encontré recientemente (y sin buscarlo) un mensaje en el que se incluía una frase sobre la amistad, atribuyéndosela a Aristóteles. El tema es que Aristóteles nunca dijo esa frase. Para mi asombro, el mensaje siguiente era una frase atribuida a un conocido cantante. Debajo de la frase se leía: “Cosas que (nombre del cantante) nunca dijo”.

La inesperada situación me hizo reflexionar sobre la situación actual de nuestra sociedad en la que se le pueden atribuir a Aristóteles pensamientos que él patentemente nunca expresó, pero, si se le atribuyen pensamientos a un cierto cantante, entonces se debe aclarar que el mencionado artista nunca dijo lo que se le atribuye.

En otras palabras, se puede mentir (a sabiendas o no) con respecto a los dichos de uno de los pensadores fundacionales del pensamiento que aún nos rige, pero Dios o el Universo (con perdón de Spinoza) no permitan que se mienta (a sabiendas) sobre los dichos de un cantante. 

Obviamente, las redes sociales son una especie de tierra sin leyes en la que todo vale y todo se vale. Y, en ese contexto, se refleja bien uno de los elementos salientes de la época posmoderna: la inevitable presencia de la posverdad.

Como bien explicó recientemente la filósofa española Adela Cortina, hablar de posverdad no significa que la verdad ya no existe ni tampoco que la verdad se haya vuelto irrelevante. La posverdad significa que la mentira se ha banalizado, se ha trivializado, se ha hecho tan común y corriente que ya a nadie (o a pocos) le importa. 

La mentira (en todas sus formas y en todas sus plataformas) es ahora algo tan frecuente, habitual y cotidiano que, aunque se reconozca a la mentira como tal, el mentir se ha vuelto algo casi insignificante y hasta “normal”. 

Por eso, se pueden distorsionar los dichos de Aristóteles (y de Sócrates, Platón, la Biblia, Abraham Lincoln y tantos otros) y convertirlos en superficiales memes sin que esa distorsión y mala atribución generen la menor reacción o la necesidad de corrección. 

Pero si de quien se habla es un cantante, un actor, una “influencer”, entonces mejor aclarar que la frase que se le atribuye no fue pronunciada por esa persona. Como bien decía María Elena Walsh, vivimos en el mundo del revés. Y como dice el tango “Cambalache”, “Lo mismo un burro que un gran profesor”. 

La posverdad, en definitiva, podría entenderse como el resquebrajamiento de todo diálogo significativo o, desde otra perspectiva, el entronamiento de la “opinión” (entendida como un punto de vista personal aceptado acríticamente como válido) como la base de todo intento de diálogo o conversación. 

Pero de esa manera no hay diálogo posible, porque todo se reduce a una sucesión de monólogos intercalados en los que cada persona no escucha a la otra, sino que sólo descarga información para contradecir a la otra persona. Esa inmadura actitud de querer tener razón no deja lugar ni para la creatividad personal ni para la cocreación comunitaria del futuro. 

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