Menu

Proyecto Visión 21

Algoritmos y monólogos: de la comunicación fragmentada a la pérdida de lo sagrado

Recientemente presencié (por casualidad, sin participar) un extraño intercambio en una reunión social en el que una persona mencionaba un tema y compartía un brevísimo comentario, y luego otra persona hablaba de otro tema, sin conexión con el anterior, y así sucesivamente. Fue ver en la vida real el flujo de posteos en Facebook.

Aclaro que no se trató de una actividad programada en la que se les pidió a los participantes que hablasen de esa manera. Se trató de un evento espontáneo en un encuentro informal en el que pensamientos concatenados, pero desconectados, surgían y desaparecían con la misma rapidez que los mensajes en las redes sociales.

Existen, obviamente, varios ejemplos de pensamientos fragmentados. Por ejemplo, gran parte del material escrito y producido por los filósofos griegos más antiguos solo ha llegado hasta nosotros en forma de fragmentos. Y lo mismo sucede con la mayoría del texto de los rollos del Mar Muerto. Se trata de pensamientos fragmentados que alguna vez estuvieron completos.

Otra forma de pensamiento fragmentado es aquella que se asemeja a colectar pepitas de oro: cada pepita es solo una parte del total colectado, pero a la vez cada pepita agrega algo de valor (el suyo propio) al total. O, si se prefiere, existen pensamientos que son como piezas de un rompecabezas. Al unirse, cada fragmento nos acerca a una mejor versión de la imagen final.

Pero ninguno de esos elementos estuvo presente en el intercambio que escuché el otro día. No hubo fragmentos perdidos, ni se trató de generar algo de valor ni de formar una imagen más precisa del mundo. No fue una conversación ni mucho menos un diálogo, sino un rápido intercambio de micro monólogos sin conexión alguna con el anterior o con el siguiente.

Esa internalización inconsciente de los algoritmos resulta poco divertida y muy peligrosa. Ese peligro radica en dejar de lado el diálogo (día-logos), un elemento clave, incluso se diría esencial, de la humanidad del ser humano porque, en definitiva, somos seres dialógicos en todos los aspectos de nuestra vida. No somos mensajitos, videítos o “Me gusta”.

En una reciente entrevista (16 de agosto), el Dr. John Vervaeke expresó que “se accede a la cognición distribuida interconectada y se cultiva la sabiduría personal dialógicamente”, subrayando que incluso deberíamos buscar “una relación dialógica con lo sagrado”, es decir, “poder hablar con lo sagrado, entablar una conversación con lo sagrado.”

De hecho, afirma este filósofo y neurocientífico, la razón es “dialógica por naturaleza”, por lo que debemos “intentar recuperar el diálogo”.

Resulta lastimosamente obvio que si a duras penas podemos conversar con otras personas, incluso si están junto a nosotros, eso se debe a que ya no existe un diálogo interno anterior, simultáneo y posterior al diálogo externo. En ese contexto, pocas esperanzas quedan de que podamos hablar con lo sagrado, porque el diálogo con lo sagrado no es unidireccional.

Si el diálogo es “inamovible” del ser humano, si somos “seres esencialmente dialógicos” (Vervaeke), perder el diálogo es perdernos a nosotros mismos.

Go Back

Comment

Blog Search

Blog Archive

Comments

There are currently no blog comments.