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Proyecto Visión 21

Ahora que el mundo cambió, ¿en qué nos estamos transformando?

Pocas dudas caben que hace ya algún tiempo el mundo cambió y ya no vivimos en el mundo que antes nos parecía natural y que tan bien conocíamos. Las cosas ahora son distintas y tenemos, por eso, más interrogantes que certezas. De allí, entonces, la pregunta, ¿en qué nos estamos transformando?

La pregunta por la transformación de la humanidad en algo distinto de lo que somos ahora es tan antigua como la humanidad misma. Hace dos milenios, Ovidio escribió sobre tema y hace un siglo, lo mismo hizo Kafka. Pero uno de los análisis más interesantes de la transformación humana, sus causas y sus consecuencias, lo ofrece Lucio Apuleyo.

Apuleyo vivió hace unos 1800 años y su libro se titulaba, muy apropiadamente, Transformaciones. En ese escrito, Apuleyo (que estudió filosofía, abogacía y religión) cuenta la historia de un hombre (quizá el mismo) que un día, por un desliz, se transformó en un burro, pero sin perder la consciencia de ser humano.

Queriendo llegar a ser un águila para estar junto a su amante, el hombre en cuestión, por un hechizo mal hecho, terminó siendo un burro, un asno de carga, y, por lo tanto, tratado como tal: golpeado, abusado, sobrecargado, perseguido. Aún peor, su consciencia humana seguía intacta, pero, a pesar de ello, no podía comunicarles a los otros su apremiante situación.

Eventualmente, elevó con su pensamiento una silenciosa plegaria a los dioses y una de las diosas, comparecida de la situación de ese hombre, intervino para devolverle la humanidad. Y aunque volvió a ser humano, ya no era el mismo de antes, porque la experiencia lo había transformado y, por eso, su reencuentro con los seres humanos no resultó sencillo.

En definitiva, nos encontramos con esta secuencia: de humano a burro de carga (por un error humano) y de burro a humano transformado (por la intervención divina), pero siempre sin perder la consciencia de ser un ser humano.

Eso fue hace 1800 años, cuando se enseñaba que la humanidad podía perderse en cualquier momento (debido precisamente a otros seres humanos) y que sólo podía recuperarse si la ayuda de los dioses.

Pero nuestra época es distinta. Al contrario de lo que sucedía en el pasado, perdemos nuestra humanidad y a la vez nuestra consciencia humana. Ya ni pensamos ni recordamos lo que significa ser un ser humano. Y difícilmente acudamos a la divinidad (cualquier divinidad) para que nos transforme en seres humanos transformados.

Entonces, ¿en qué nos estamos transformando? Quizá nos estamos transformando en burros, en bestias de carga, en trabajadores sin conciencia humana que solamente servimos como herramientas para lo peor de la humanidad. Y no se trata de una transformación física (no somos literalmente asnos), sino psicológica, mental, espiritual. Monstruosidades buenas para nada, como diría Kafka.

Quizá la situación ya sea irreversible. Quizá el campo social de la negatividad impere desde ahora sin rivales ni alternativas. O quizá exista todavía alguna divinidad dispuesta a escuchar una silenciosa plegaria y a ayudarnos de dejar de ser demasiado humanos.

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