Como bien dice Antonio Machado en su conocido poema, “Caminante, no hay camino, / se hace camino al andar,” enfatizando algunas líneas más abajo que “Caminante no hay camino / sino estelas en la mar.” Pero no caben dudas de que algunos caminantes intencionalmente deshacen el camino andado para que nadie los siga.
Recientemente, en el Monte Shavano del sur del Colorado, con una elevación de poco más de 4300 metros, un grupo de 15 compañeros de trabajo llegaron a la cima, pero solamente 14 descendieron, eliminando las marcas del camino de descenso al bajar.
Sin esas marcas, el hombre abandonado no pudo encontrar el camino y se vio forzado a pasar una noche al aire libre, entre bajas temperaturas y fuertes vientos. Debió ser rescatado al día siguiente. Fue ubicado gracias a su celular y necesitó atención médica.
Paradójicamente, el ascenso a la montaña era una actividad para solidificar las relaciones entre los miembros del grupo. A pesar de ello, aparentemente nadie pensó que, al borrar el camino, se ponía en peligro la salud y quizá la vida de otras personas. O sí lo pensaron.
El poema de Machado parece sugerir que no existe un camino predeterminado a seguir y que el camino se despliega en cada momento del irrepetible proceso mismo de vivir. Incluso se podría interpretar como una invitación a rechazar normas e ideologías preestablecidas y a asumir la responsabilidad por nuestra propia vida, pero no de una manera egoísta o narcisista.
Por el contrario, en este mundo posmoderno, metamoderno, antropocénico o como quiera llamárselo, en constante y cataclísmicos cambios, donde construimos nuestra identidad sobre la base de separarnos de los otros y del universo, nos volvemos tan vulnerablemente protectores de nosotros mismos que intencionalmente borramos caminos y cerramos puertas para otros.
Construir caminos y dejar estelas en la mar es un acto de apertura a nuevas posibilidades al vivir al ritmo de la vida, en un perpetuo acto de cocreación que renueva nuestra propia identidad y nos reconectar con los otros, con el universo y con nosotros mismos dentro de un nuevo horizonte de existencia para el que no estamos preparados ni existe forma de prepararse.
A la vez, debemos estar agradecidos por aquellos caminantes que abren nuevos caminos y que los dejan abiertos para que otros encuentren sus propios caminos, como la reciente caminata espacial por parte de la tripulación de la misión Polaris Dawn, la primera caminata espacial de una empresa privada.
En este caso, se trata de estelas en el espacio que forjan un nuevo futuro, que invitan a un viaje descubrimiento y de autodescubrimiento al ir más allá de los caminos ya transitados en nuestra búsqueda por sabiduría y significados más profundos.
La invitación no es nueva. El poema de Machado es un “punto de encuentro” de caminos ancestrales, incluyendo el “hodós” de Heráclito, el Tao y la conocida enseñanza de “Yo soy el camino”. Mientras muchos destruyen caminos, otros participan activamente en un dinámico peregrinaje por el camino de la vida.