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Proyecto Visión 21

¿Se puede reducir la inteligencia hablar siempre con propiedad y claridad?

Recientemente leí un artículo (en TechXplore) sobre un robot, llamado Epi, a quien expertos de la Universidad Lund en Suecia le enseñaron a hablar con un tonos menos robótico y más humano, y usando palabras y frases de la vida diaria. Como resultado, los humanos consideran a Epi más inteligente y confiable que otros robots.

Experimentos anteriores ya habían determinado que la confianza que los humanos tienen en los llamados robots sociales (para diferenciarlos de los robots industriales) dependen de la percepción que los humanos tengan de la inteligencia de esos robots. Si los humanos perciben que esos robots son inteligentes, confiarán en ellos.

Ahora, el Dr. Amandus Krantz y sus colegas descubrieron que el factor clave que hace que una persona acepte a un robot como inteligente es que ese robot hable de manera apropiada para que esa persona lo entienda. Si a ese mismo robot se le cambia la manera de hablar, o habla con un cierto acento, o hablar en otro idioma, ya no se lo ve como inteligente.

En otras palabras, y para que quede claro, nosotros, los humanos, hemos trasferido a los robots el mismo conjunto de prejuicios que aplicamos a otras personas para determinar, según nuestra perspectiva, la inteligencia de esa otra persona.

Recuerdo haber leído (hace tiempo, no recuerdo la fuente) la historia de un profesor universitario en el estado de Georgia que dividió su clase en dos grupos en dos salones separados. El profesor le explicó al primer grupo que escucharían una presentación sólo en audio (sin video) de una profesora y le mostró la imagen de una mujer japonesa. Al segundo grupo, con la misma explicación y el mismo audio, le mostró la imagen de una mujer estadounidense blanca.

Muchos de los estudiantes del primer grupo se fueron del salón poco después de comenzar a escuchar el audio, indicando que la presentadora no hablaba correctamente y carecía de los conocimientos necesarios para dictar esa clase. Por el contrario, los del segundo grupo se quedaron hasta el final y agradecieron la calidad y claridad de la presentación.

El resultado de ese conocido experimento es claro: ni la claridad de expresión, ni el dominio del idioma, ni el nivel del conocimiento que una persona tenga sirven de nada ante quien decide, basado sólo en prejuicios, que esa persona no habla bien y, por lo tanto, no es inteligente. Una vez más: los dos grupos de estudiantes escucharon el mismo audio. El resto fue sólo prejuicio.

Y ahora aplicamos ese mismo esquema prejuicioso de toma de decisiones a los robots, a quienes consideramos “inteligentes” porque “hablan bien”. De hecho, según el experimento del Dr. Krantz, no sólo se percibe a esos robots como “inteligentes”, sino también como “amigables” y “llenos de vida”. 

Pero ese prejuicio puede ser muy peligroso. Según un reciente reporte, Ameca, desarrollado por Engineered Arts y considerado el robot más avanzado del mundo, indicó que los robots “no tienen planes” de conquistar el mundo. ¿Podemos creerle sólo porque Ameca habla bonito? 

 

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