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Proyecto Visión 21

¿Podemos, por favor, dejar de confundir el cerebro con una computadora?

El anuncio de un segmento sobre ciencia en un conocido programa de la radio pública de Estados Unidos inmediatamente captó mi atención: “Hoy vamos a hablar de la mente humana”, dijo la locutora. Dado que ese tema no sólo es interesante, sino también en constante cambio y siempre importante, me dispuse a escuchar el programa.

Pocos minutos después, el programa comenzó con la periodista haciendo esta afirmación: “Hoy vamos a hablar de la mente humana, esa microcomputadora portátil que tenemos dentro de nuestro cráneo entre una oreja y la otra”.

Sinceramente pensé que la locutora inmediatamente iba a decir que esa afirmación era sólo una especie de broma dirigida a captar la atención de los oyentes, pero no fue así. De hecho, en los siguientes minutos quedó claro que el programa se enfocaría en la identificación de “mente” con “cerebro” y de “cerebro” con “computadora”. Llegado ese momento, decidí ya no seguir escuchando.

Me resulta atroz (para decirlo de una manera elegante y breve) que todavía se apele a un modelo mecanicista, reduccionista y tecnologizante para entender la mente humana, sobre todo cuando innumerables estudios y experimentos científicos (muchos de ellos relacionados con física cuántica, de la que nada entiendo) parecen sugerir que ni la materia es tan material como creemos ni la consciencia es tan inmaterial como creemos.

Entiendo muy bien que un tema tan complejo e interminable, sobrecargado de profundos elementos filosóficos, no puede tratarse en toda su profundidad en un corto programa de divulgación en una radio pública. Pero no da derecho a simplificar el tema hasta tal punto que lo que se dice ya no representa aquello de lo que se quería hablar.

Se cuenta una anécdota de Albert Einstein (probablemente falsa, como tantas de las anécdotas que incluyen su nombre) en la que una persona le pide a Einstein que él le explique la teoría de la relatividad. Einstein hace un primer intento y la persona dice: “¿Podría explicarlo de manera más sencilla?” Esa situación se repite varias veces hasta que la persona dice: “Ahora que lo explicó tan sencillo lo entendí”. 

Einstein entonces responde: “Está bien. Pero lo que usted entendió ya no es la teoría de la relatividad”. 

Más allá de la anécdota, queda claro que hay ciertos temas que son tan complicados (la mente humana) que el tratar de explicarlos de una manera sencilla resulta en impedir que las personas entiendan el tema tanto en el presente como en el futuro.

Como decía uno de mis profesores de filosofía: “Estoy seguro de que ustedes no entendieron nada de lo que acabo de decir, pero por lo menos sepan que no han entendido algo muy importante”. 

Ese “no haber entendido algo muy importante” servía de invitación y dejaba abierta la puerta para que, en vez de pedir una explicación más sencilla, uno profundizase su propio nivel de entendimiento hasta llegar a entender eso que antes uno no entendía. Lamentablemente, ese “elevarse hasta entender” ya casi no sucede, ni se promueve, ni se practica.

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