Alguna vez escuché decir a un tío mío “Ya te dije un millón de veces que no seas exagerado”. Se trataba, obviamente, de una broma basada en la contradicción interna del pensamiento expresado en la frase. Bromas aparte, cada vez me encuentro con más personas que usan frases similares y no lo hacen en broma.
Recientemente, por ejemplo, alguien me dijo que “No se puede generalizar”, pero inmediatamente agregó “Y eso todos lo saben”. Decir que “todos lo saben” es, como queda claro, una generalización, precisamente lo que está persona dijo que no se podía hacer. Pero a esta persona no pareció importarle tal contradicción. De hecho, no creo que la haya visto.
La misma persona me dijo que, basada en lo que ella veía en su lugar de trabajo, ni allí ni en ningún otro lugar existían los problemas de los que estábamos hablando. A ver si queda claro: tras decirme que no se puede generalizar, esta persona usa su experiencia en un solo lugar y la generaliza a todos los otros lugares similares para luego llegar a sus propias conclusiones.
Más allá de la posible validez de las conclusiones, la ausencia de consciencia de la contradicción incrustada en el argumento hace pensar en el no pensar que ahora parece ser la norma para todo “diálogo” (o, quizá mejor, monólogos alternados.)
Y luego recibí el mensaje de una persona que decía algo con lo que estoy muy de acuerdo: una imagen vale más que mil palabras. Y para enfatizar y aclarar ese punto, esta persona escribió un mensaje de casi mil palabras y sin ninguna imagen.
A ver si nos entendemos: una imagen vale más que mil palabras (muy cierto), y para que lo entiendas te lo explico en mil palabras, pero sin ninguna imagen.
Otra vez, sentí que la obvia contradicción no había sido ni siquiera percibida, como si no existiese o como si fuese irrelevante al pensamiento o la comunicación.
Y ni que hablar de aquella persona que me envía un mensaje diciendo que “Dios ama a todos en el universo” y luego en el siguiente mensaje le pide a “Dios” que “aniquile con fuego” a aquellos que no están de acuerdo con la particular expresión de fe esa persona. ¡Vaya amor universal!
Quiero ser claro que no estoy hablando de ambigüedades en la comunicación (algo muy común y frecuente), ni tampoco de personas que cambian de opinión, con o sin motivo, y hoy dicen una cosa y mañana otra distinta. Eso es posible y, de hecho, es algo muy conocido: estoy hablando de personas que se contradicen a ellas mismas en una sola y misma frase y no lo saben.
¿Cuál es el problema? ¿Por qué preocuparse si alguien se contradice y no toma consciencia de que lo dice es contradictorio? Ante todo, porque no pensar no es una broma, ya que estamos hablando de contradicciones que llevan a tomar decisiones y a la acción. Y además, porque el no pensar impide conocerse a uno mismo.