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Proyecto Visión 21

¿Hemos alcanzado los humanos nuestra máxima capacidad de procesamiento?

La filósofa española Marina Garcés sostiene, y con toda razón, que los humanos de nuestra época hemos renunciado (abdicado, diría yo) a nuestra responsabilidad de ser mejores. Dicho de otra manera, hemos renunciado al futuro, o, si se prefiere, ya no buscamos expandir ni nuestra consciencia ni nuestras experiencias.

Al haber renunciado a ser mejores y precisamente por haberlo hecho, el futuro se ha convertido en una perpetua repetición del presente (es decir, en una constante pesadilla y castigo) o en un sombrío apocalipsis que solamente se puede evitar volviendo al pasado. De esa manera, la “salvación”, sea como que se la entienda, ya no se conecta con una esperanza futura. 

Dicho aún de otro modo, vivimos sin vivir, atrapados en un incierto presente que, por cambiar constantemente, nunca cambia, añorando un pasado al que nunca regresaremos por más que lo intentemos e incapaces de acceder a un futuro que de todos modos se presenta como amenazador, destructor y devorados. 

Para decirlo en pocas palabras, somos zombis: unos muertos en vida que deambulan por el mundo desconectados del mundo, caminando sin ir a ninguna parte, buscando lo que no pueden encontrar, irracionales e incorregibles, sin conciencia propia ni de los demás. Somos, como dice Garcés, póstumos.

Pero ¿cómo y por qué hemos llegado a ese lamentable estado en el que ni el futuro del planeta ni el futuro de la humanidad nos conmueven lo suficientes como para asumir o reasumir la responsabilidad de ser mejores? ¿Cómo y por qué preferimos vivir en un mundo de fantasía, ficción y trivialidades en vez de vivir en un mundo de responsables humanos adultos? 

Una posible respuesta, que se ha ofrecido cientos de veces durante las últimas dos décadas, es que los humanos hemos superado nuestra capacidad de procesar estímulos, datos e información. La “banda ancha” de la percepción humana tiene límites y los hemos sobrepasado, abrumando tanto nuestro cerebro como nuestra mente, incapaces ya de entender el mundo y la realidad.

Numerosos expertos afirman que la tecnología moderna y específicamente los teléfonos inteligentes (de hecho, microcomputadoras portátiles) son los responsables de habernos llevado a los límites de nuestra capacidad de procesar datos debido que ahora tenemos literalmente en nuestras manos más información de la que necesitamos o a la que podemos acceder. 

Se podría decir que la tecnología nos ha encerrado a (casi) todos dentro de un inmenso recinto virtual similar a esos conocidos casinos en Las Vegas donde los sentidos son constantemente estimulados al máximo al punto que las personas pierden la noción del lugar, del día y de la hora. 

O, dicho de otro modo, estamos dentro de la caverna platónica, aunque con más luces y con mejor espectáculo. Además, las cadenas físicas se reemplazaron por conexiones inalámbricas. Pero el resultado es el mismo: tanto nos hemos zombificado e infantilizado a nosotros mismos que nos hemos olvidado de quienes somos o podemos ser. 

Como bien dice Garcés, la respuesta es reactivar nuestro pensamiento crítico, una tarea dificilísima en el mundo actual. 

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