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Proyecto Visión 21

“Se necesita mucho presupuesto para hacer eso”

Francisco Miraval

“Se necesita mucho presupuesto para hacer eso”, me dijo el experto. Y por un momento le creí. Permítaseme explicar las razones.

Una mañana reciente descubrí que la rueda trasera del lado del conductor de mi vehículo estaba totalmente desinflada. Llamé al club de automovilistas al que pertenezco para que enviaran a un experto en cambiar los neumáticos y el experto llegó poco después.

Luego de elevar el vehículo e inspeccionar la llanta con el problema, el experto rápidamente removió las tuercas que sujetan la rueda y se dispuso a quitar la llanta desinflada para colocar la de repuesto. Pero la tarea se le dificultó.

Primero con las manos y después con los pies, el experto enviado por el club de automovilistas trató sin éxito de mover la rueda. Con creciente frustración, la pateó un par de veces, pero no pasó nada. Acudió entonces a una llave mucho más grande de la que había usado antes y trató de mover la terca rueda. Nada.

Tomó entonces un taladro eléctrico (conectado con la batería del camión de auxilio en el que él había llegado) y, con los implementos correspondientes y el nuevo poder adquirido, se dio a la tarea de remover la empecinada llanta. El neumático ni siquiera se movió.

Ya visiblemente frustrado, el experto usó lubricante en varios puntos de la rueda para ver si eso ayudaba. Y luego repitió el ciclo de manos, puntapiés, llaves y taladro para quitar la rueda, que seguía sin moverse, como una mula empacada.

Dándose por vencido, el experto me dijo que lo único que podía hacer era darle algo de aire a la llanta desinflada, lo suficiente como para llegar a un taller donde, por la severidad del caso, seguramente debería ser reemplazada por un neumático nuevo.

Y luego me indicó que para remover la rueda se necesitaría “alta tecnología”, tanto por la fuerza necesaria para extraerla como para limpiar el metal oxidado que había causado el problema. Esa tecnología, me dijo, sólo está disponible en unos pocos negocios.  De hecho, me sugirió prepararme para pagar cerca de mil dólares para la reparación y que probablemente ese trabajo llevaría dos días.

Sin tanto dinero disponible y sin poder esperar dos días para volver a usar el carro, llevé el vehículo a un pequeño taller a cargo de dos muchachos hispanos. Les expliqué la situación y les advertí del problema que había tenido el experto. Les pregunté si ellos tenían la tecnología para solucionar el problema y me dijeron que sí.

Entonces, uno de ellos levantó el carro y quitó los tornillos de la rueda y el otro usó un neumático pequeño para golpear la rueda todavía “pegada” al carro, quitándola fácilmente en el primer intento. Luego, con jabón y una gaseosa muy conocida, quitaron el óxido. Y pocos minutos después repararon el neumático.

Todo tardó no más de 15 minutos y los muchachos ni siquiera quisieron cobrarme.

A veces, los expertos son quienes menos saben y la costosa alta tecnología no es la solución.

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