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Proyecto Visión 21

“Pensé que solamente los ‘americanos’ podían enseñar en la universidad”

Francisco Miraval

Al terminar cada semana de clases les pido a mis alumnos que me digan qué fue lo que más les llamó la atención de clases de esa semana. Las respuestas generalmente tienen que ver con algunos de los temas estudiados. Pero recientemente una alumna, hija de inmigrantes latinos, me dijo que la había sorprendido que un profesor hispano dictase clases en la universidad.

Cuando le pregunté a esta muchacha por qué se sentía sorprendida que un latino fuese profesor universitario, su respuesta fue inmediata: “Pensé que solamente los ‘americanos’ podían enseñar en la universidad”.

En otras palabras, a lo largo de su década y media de estudios en este país, esta joven internalizó la creencia, incuestionable para ella, de que solamente un grupo elegido de personas, aquellos de raza blanca, estaban en condiciones académicas de dictar clases en instituciones de educación superior.

De hecho, tanta fue su sorpresa que al principio ella no podía decidir si yo realmente era su profesor o si yo les estaba jugando una broma a los estudiantes. Y luego, como era previsible, cuestionó la calidad de la enseñanza que un profesor hispano podría darle.

Debo decir, para que no quede ninguna duda, que no culpo a esta muchacha por mantener esa falsa creencia. Lamentablemente, ella no es la única que la comparte.

Por ejemplo, hace ya algunos años, cuando empecé a dictar clases en la universidad donde mi alumna me acaba de hacer el comentario que ahora comparto, llegué al aula y me encontré que el aula estaba cerrada.

Siguiendo el procedimiento establecido, llamé al guardia de seguridad para pedir que abriese el aula, pero se negó a hacerlo. Su argumento fue claro: No tenemos profesores hispanos en esta universidad. Sólo después de comprobar con el presidente de la universidad que realmente yo era uno de los profesores el guardia de seguridad abrió el aula.

Tampoco lo critico ni lo culpo a él. Después de todo, simplemente estaba cumpliendo con su deber de proteger las instalaciones de la universidad. Pero dudo mucho que se hubiese negado a abrir la puerta de un aula si un profesor o profesora de otro origen étnico se lo hubiese pedido.

También recuerdo cuando, hace ya algún tiempo, tuve que ir a hablar con el director de asuntos estudiantiles de la universidad. Como no estaba en su oficina, esperé en la puerta. Uno de los administradores de la universidad me vio y me preguntó qué hacía yo allí. Le dije que tenía una entrevista con el director de asuntos estudiantiles.

El administrador entonces me dijo que la entrevista era en otro lugar. Lo seguí y me llevó a la oficina de recursos humanos, donde me pidió que llenase una solicitud de empleo, advirtiéndome que en ese momento no estaban tomando personal auxiliar. De nada sirvió decirle que yo era uno de los profesores de esa universidad. Simplemente no lo creyó.

Me gustaría llegar a ver el día en el que el origen del educador ya no sea motivo de sorpresa.

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