Menu

Proyecto Visión 21

“Caminando voy a Canadá” y otros malos entendidos

Francisco Miraval

Hace muchos, en mi adolescencia en mi Argentina natal, asistí a un campamento de verano organizado por la iglesia a la que yo en aquel entonces pertenecía. Recuerdo que en aquel campamento un predicador les habló a los niños sobre el Éxodo (cuando Israel salió de Egipto) y afirmó que algún día nosotros también entraríamos en la “tierra prometida”, es decir, Canaán.

Para reforzar ese mensaje, alguien les enseñó a los niños una canción cuyo coro decía “Caminando voy a Canaán / Gloria a Dios / Caminado voy a Canaán”.

Todos los niños, con excepción de uno, cantaban gustosos esa canción. Me acerqué al niño que no cantaba y que claramente se notaba preocupado y le pregunté por qué no cantaba. Aún recuerdo su respuesta: “Porque yo no quiero ir caminando hasta Canadá. Queda muy lejos”.

Obviamente, no se puede culpar al niño por desconocer nombres bíblicos o metáforas bíblicas con respecto a la tierra prometida o a la historia de la travesía a pie por el desierto. De hecho, habría que haberlo felicitado por sus conocimientos de geografía del continente americano que le permitían saber que Argentina y Canadá estaban demasiado lejos para ir caminando.

En la mente de ese niño, sus conocimientos (otra vez, propios de su edad), lo llevaron a trasformar a “Canaán” en “Canadá”, a transformar algo desconocido y sin sentido en algo conocido y con algo de sentido. Pero entonces eso llevó a crear una disparatada historia, la de cruzar el continente de sur a norte y a pie.

Uno puede visualizar el inocente temor de aquel niño ante la perspectiva de un viaje imposible y, casi seguramente, su incredulidad al ver que otros hasta se emocionaban por la posibilidad de ese viaje. Lo que para otros era un mensaje de esperanza (“Algún día las cosas van a mejorar”), para él era un mensaje de temor y desesperación.

Sin embargo, por su edad, aquel niño no contaba con la madurez de analizar y eventualmente rechazar o modificar sus creencias y sus conocimientos para resolver la absurdidad de la situación. Tan seguro estaba él que la canción en cuestión hablaba de “Canadá” que esa misma seguridad lo llevó a crear una historia ficticia, falsa e irreal para todos, excepto para él.

Sinceramente no recuerdo si le aclaré o no a aquel niño que no se estaba hablando de “Canadá”. Estoy seguro que mi propia inmadurez me impidió hacerlo. Pero una cosa es cierta: no son solamente los niños los que, por ignorancia, confunden una cosa con otra y luego crean fantásticas historias que aceptan como algo real, complicándose así sus vidas.

Una y otra vez me encuentro con personas (entre las que me incluyo) incapaces de desafiar sus propias creencias, definiciones, ideas y nociones, asumiendo que sólo ellos tienen razón y que, como consecuencia, todos los otros están equivocados. Se trata de adultos que no reconocen ni su ignorancia ni los límites de sus conocimientos, incapaces de decir, como Sócrates, “Sólo sé que no sé nada”.

Go Back

Comment

Blog Search

Blog Archive

Comments

There are currently no blog comments.