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Proyecto Visión 21

¿Se ha vuelto obsoleto el diálogo entre padres e hijos?

La semana pasada vi en la televisión el comercial de una conocida compañía de automóviles en el que dos niños, cada uno en su carro, hablaban entre sí. El diálogo entre los niños y el mensaje detrás y por debajo de ese diálogo resulta revelador.

Uno de los niños se quejaba que sus padres no dejaban de cantar una canción que a él claramente le disgustaba. El otro sugería comprar un vehículo que tuviese equipo de audio y video en el asiento trasero, para de esa manera mirar los programas que él quisiese y, por usar auriculares, sin necesidad de escuchar a sus padres.

Este comercial se puede analizar desde varios niveles. En primer lugar, llama la atención que la decisión de comprar un vehículo se deje precisamente en manos de esos niños, aunque es algo para lo que los niños carecen de los recursos necesarios.

También resulta interesante que esa decisión no se basa en la calidad o las características del vehículo, sino en un elemento opcional (equipo de video en el asiento trasero), invisible para el conductor y no relacionado ni con la potencia del motor ni con el rendimiento de combustible del carro en cuestión.

Pero aún hay más. El comercial inequívocamente envía varios mensajes en cuanto a las relaciones entre padres e hijos, o, desde el punto de vista de este aviso, las relaciones entre hijos y padres.

En el aviso, los padres aparecen desconectados de su hijo y sin preocuparse por él, dedicados a cantar durante tres horas. El niño, por su parte, se siente muy molesto porque tiene que viajar junto con sus padres y escucharlos cantar durante esas tres horas, en vez de encerrarse en su propio mundo de videos.

Además, claramente se indica que el niño no habla con sus padres, sino solamente con otro niño de su misma edad, quien, al contrario de lo que le sucede al primer niño, tiene acceso a otro tipo de tecnología que lo aísla de sus padres, aunque sus padres estén en el asiento delantero del mismo vehículo.

En definitiva, el comercial sugiere que no hay comunicación entre padres e hijos, que la comunicación sólo es posible entre personas de la misma edad, y que la solución a los problemas de comunicación intergeneracional es usar tecnología que permita aislarse de las otras personas.

Esa tecnología es un accesorio absolutamente secundario para el carro, ya que es irrelevante en cuanto al funcionamiento del vehículo, porque el carro podría funcionar con o sin el equipo de video. Pero ese equipo se convierte en un elemento indispensable para el pasajero, porque al usarlo ya no tiene que hablar con las personas sentadas en el asiento delantero.

Creo que, lamentablemente, ese es el mundo en el que vivimos, un mundo de encierro tecnológico y desconexión intergeneracional, en el que dejamos a los niños en el “asiento trasero” de la vida, pero, paradójicamente, desde allí ellos nos “manejan”.

¿Qué pasó con el diálogo entre padres e hijos? ¿Es todavía posible?

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