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Proyecto Visión 21

¿Qué se enseña cuando el estudiante no quiere aprender?

Francisco Miraval

Esta semana comienza un nuevo ciclo lectivo en numerosas escuelas y universidades y una vez más millones de estudiantes de todo el país asistirán a clases en las que los maestros tratarán y  pretenderán enseñar y muchos estudiantes ni siquiera pretenderán aprender.

Queda claro que el sistema educativo actual no responde (no sé si alguna vez lo hizo) a las necesidades de todos los estudiantes ni se ajusta al estilo de aprendizaje de cada alumno. Y también queda claro que los cambios demográficos, los avances tecnológicos y las transformaciones sociales tienen su impacto en la educación.

¿Pero qué se le puede enseñar a alguien que no quiere aprender?

En el pasado, he tenido estudiantes que llegan a la clase, se sientan en un rincón del aula, se conectan sus auriculares y se aíslan del mundo con la misma intensidad que se aíslan en cualquier otro minuto de sus vidas. Y parece que el número de esos estudiantes va en aumento.

De hecho, me pregunto cómo incluso llegaron a inscribirse en la universidad, aunque inmediatamente entiendo que, para hacerlo, pueden completar todos los trámites en línea sin necesidad de hablar con otra persona.

Una vez en la clase, ni siquiera pretenden estar interesados en el tema, no interactúan con nadie y no participan ni con preguntas ni con respuestas. Es cierto que tampoco interrumpen la clase ni en ningún momento son irrespetuosos, pero su autoimpuesto aislamiento, su mensaje de “Déjenme solo y no me molesten” se convierte en una distracción para muchos.

Como docente, asumo que si un estudiante mayor de edad asiste a clases lo hace con un mínimo deseo de aprender, es decir, de ampliar sus conocimientos, profundizar su entendimiento, desarrollar nuevas habilidades y aplicar lo aprendido a situaciones fuera del aula. Pero ya no estoy tan seguro que yo pueda seguir asumiendo lo que antes asumía.

Analizar el tema apropiadamente va mucho más allá de los límites de este comentario, pero intentaremos unas pocas observaciones. Ante todo, creo que existe una confusión entre la facilidad de acceder a la información que uno busca con conocer esa información. Saber hacer una búsqueda en Internet no necesariamente equivale a saber.

Además, parece que muchos de los jóvenes viven en tal “encierro tecnológico” que ya no saben qué hacer cuando están frente a una persona real que no necesariamente comparte ese mismo nivel de uso intensivo y constante de la tecnología.

Y quizá hasta exista un sentimiento (genuino y entendible) de apatía  hacia un mundo en el que todo cambia tan rápidamente que nada parece tener sentido y, por lo tanto, nada merecería nuestra atención o estudio.

Pero si ese fuese el caso, es decir, si nosotros mismos (aquellos con unos años más) nos viésemos en esa situación, ¿acaso actuaríamos de una manera distinta? Entonces, ¿quién o quien debe cambiar? ¿Y quién debería aprender de quién?

Después de todo, los docentes ya no son el único vehículo de instrucción ni los libros de texto son la única fuente de formación académica.

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