Menu

Proyecto Visión 21

¿Por qué nos autoexcluimos del pensar?

Francisco Miraval

Hace un año y medio, en el primer día de clases del semestre de primavera, entré al aula poco antes del inicio de la clase y, como siempre hago, escribí en el pizarrón con grandes letras el nombre de la clase: Introducción a las Humanidades. Y más abajo escribí mi nombre: Francisco Miraval.

Tan pronto como terminé de escribir mi nombre, una de las estudiantes (originaria de América del Sur) comenzó a reírse. No era una risa burlona ni tampoco una falta de respeto, sino más bien ese tipo de risa incontrolable que uno emplea como mecanismo de defensa al encontrarse con algo que uno no esperaba.

Me acerqué a la estudiante y le pregunté qué la había hecho reír. (Uno nunca sabe si hay algún desperfecto o mancha desagradable en la ropa que uno viste.) Ya más calmada, la estudiante me dijo: “Yo pensé que sólo los ‘americanos’ podían enseñar filosofía.”

En otras palabras, su risa era el producto de encontrarse con un profesor no euroamericano con las credenciales suficientes como para enseñar humanidades, algo que esta alumna claramente no esperaba. Luego me explicó que, aunque ya hacía tres años que estaba estudiando en universidades de Estados Unidos, nunca se había encontrado con un profesor hispano o latino.

Me resultó triste que alguien se autoexcluyese y excluyese a otros no solamente de la posibilidad de estudiar filosofía sino de la posibilidad de pensar en general sólo sobre la base del origen étnico o la nacionalidad propia o del instructor.

Me parece muy desagradable que se asuma que solamente las personas de cierto color de piel, o que hablan un cierto idioma, o de cierta nacionalidad pueden pensar y enseñar a pensar y todos los otros quedan (quedamos) excluidos de la actividad de pensar.

Pero me parece aún más triste, desagradable y preocupante que aquella estudiante, desde un cierto punto de vista, tiene razón. Según estadísticas de la Asociación de Filosofía de Estados Unidos, sólo un pequeñísimo porcentaje de estudiantes “de minorías” toma clases de humanidades. Y el porcentaje de profesores de humanidades que no son euroamericanos es aún más pequeño.

Eso significa que son muy pocas las posibilidades que un estudiante universitario “de minorías” tiene para encontrarse en una clase de humanidades con un profesor también “de minorías”. Por eso, cuando eso sucede, los estudiantes se ríen, como le pasó a mi estudiante.

Y aún más triste es el hecho de que poco y nada se hace para revertir esas estadísticas, es decir, para revertir la exclusión y autoexclusión de “las minorías” del ámbito del pensar. Pero si nosotros no pensamos por y para nosotros, ¿quién entonces lo hará? La respuesta es que si nosotros no pensamos, alguien lo hará por nosotros.

El pensar, lejos de ser un privilegio para unos pocos, es un privilegio para todos. ¿Puede entonces crearse un ámbito en el que se restaure el privilegio de pensar a aquellos que han sido excluidos o autoexcluidos? Sí, se puede. Pero eso es tema para otra columna.

Go Back

Comment

Blog Search

Blog Archive

Comments

There are currently no blog comments.