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Proyecto Visión 21

¿Hasta dónde llegaremos en nuestro intento de tecnologizarlo todo?

Recientemente leí dos historias, una sobre la producción de huevos en una granja de Colorado y la otra sobre consejos para sembrar frutas y hortalizas en la casa. Ambas notas tienen un importante elemento en común, el de concentrarse en el uso de la tecnología para “engañar” a la naturaleza.

En el caso de la producción de huevos, un día después de nacer las gallinas ponedoras son trasladadas más de 1.600 km desde Texas hasta Colorado, donde se las alimenta con una mezcla de granos y semillas que las gallinas no encontrarían en la naturaleza.

Además, debido a  que las gallinas ponen más huevos en el verano que en el invierno, se las mantiene en gallineros con luz y temperaturas controladas, de modo que “crean” que están en un verano permanente y la producción de huevos no disminuya ni aún en medio del invierno.

Con respecto a las plantas, la historia enseña no cómo preparar el suelo para sembrar, sino qué tecnología comprar (luces, regadores, humidificadores, fertilizantes) para que las semillas empiecen a crecer en viveros en cualquier época del año, sin importar ni la temperatura ni la cantidad de luz que existan en el exterior.

Las luces de crecimiento para plantas, las alfombrillas de calentamiento para bandejas con semillas, los discos de suelo esterilizados y los fertilizantes crean condiciones artificiales para el crecimiento de las plantas.

Es obvio que lo mismo hacemos también con nosotros. De hecho, es tan obvio que ya ni siquiera lo vemos como problema y por eso mismo ya no lo cuestionamos.

Si pensamos por un momento, nos daremos cuenta que ya no los levantamos con el sol sino cuando suena el despertador. No comemos cuando tenemos hambre sino cuando lo marca el reloj. La caída del sol no nos recluye a pasar la noche dentro de un oscuro refugio, sino que podemos continuar nuestras actividades con iluminación artificial.

En medio del invierno podemos subir la calefacción hasta obtener la temperatura deseada y en medio del verano reducimos el calor gracias al aire acondicionado. Y, tal como lo hacemos con los tomates y con las gallinas, nos alimentamos con sustancias que poco tienen de naturales.

Es obvio que no estoy proponiendo regresar a la época de las cavernas ni rechazar la tecnología. No se trata en absoluto de negar los beneficios y las comodidades que nos ofrece la tecnología moderna. ¿Pero qué precio estamos pagando por esos beneficios y comodidades?

Por ejemplo, ¿qué se sentido tiene que se nos invite a respetar y cuidar la naturaleza usando la misma tecnología que empleamos precisamente para contaminar y explotar la naturaleza?

¿De qué serviría una reforma inmigratoria que transforme a los inmigrantes en engranajes de la máquina de consumo en nuestra sociedad tecnocientífica? ¿Vale la pena tener una reforma de salud donde la medicina tecnológica sea la única alternativa?

No tengo respuestas, solamente preguntas, que paradójicamente escribo en una computadora cuando afuera es de noche y hace frío, pero en mi oficina tengo luz y calor adecuados.

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