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Proyecto Visión 21

¿Con qué realidad estamos conectados y a la vez desconectados?

Una noche de la semana pasada llegué tarde de regreso a mi casa después de dictar una clase, porque lo que hice poco más que comer algo, mirar las noticas y conectar el teléfono celular al cargador para no estar sin batería al día siguiente.

Pero a la mañana siguiente descubrí con cierto disgusto que la batería del teléfono estaba descargada. En mi ansiedad y apuro para irme a descansar luego de lo que había sido un largo día, no me di cuenta que el teléfono está conectado al cargador, pero no el cargador a la pared, por lo que la energía y la renovación nunca llegaron.

Me puse entonces a pensar que si yo estoy tan conectado con la tecnología que no puedo dejarla de lado (escribo estas líneas usando una computadora, y no lápiz y papel), ¿qué pasa si la tecnología no cumple su parte y está desconectada de la realidad?

Y de una manera más amplia, ¿a qué estoy conectado yo todos los días que me da las fuerzas, la energía y la renovación necesarias para enfrentar los desafíos de ese día con todos los elementos de mi vida funcionando a pleno?

¿No será que a veces, como me pasó con mi teléfono, por apuro, ansiedad, cansancio o descuido nos conectamos con conexiones desconectadas, pensando que nos darán lo que necesitamos cuando en realidad no solamente no lo obtenemos sino que a la vez seguimos “descargándonos” de la energía que tenemos adentro?

En esta sociedad postmoderna, tecnocientífica y globalizada, vivimos vidas tan apuradas y por eso mismo tan superficiales que pocas veces pensamos o analizamos a qué estamos conectados, sea real o ilusoriamente, para seguir adelante con nuestras vidas.

Algunos conectan sus vidas a la política, los estudios, los negocios, el dinero, la religión, la familia o la ciencia, para nombrar sólo unas pocas “conexiones.” ¿Pero a qué están conectadas esas conexiones, a una verdadera fuente de poder o a nada, como me pasó con mi teléfono?

¿Estamos conectados a algo que nos reenergiza o se trata simplemente de trampas que succionan toda nuestra energía, espontaneidad y creatividad?

¿Será por eso que en nuestra época y sociedad muchas personas parecen siempre más dormidas que despiertas, que necesitan “algo que les dé energía” y que parece que les resulta difícil enfocarse en las tareas intelectuales aún más sencillas?

¡Qué cruel paradoja sería que estemos conectados a aquello que en vez de renovarnos nos quita nuestra energía, obligándonos a andar por la vida como sonámbulos, cumpliendo mecánicamente con nuestras obligaciones y actividades, pero nunca totalmente despiertos!

Y por no estar despiertos, por vivir una vida de inautenticidad, siempre querer ser quienes no somos, lo único que hacemos es reaccionar ante lo que la vida nos lance.

Quizá sea hora de reconectarnos con lo que no cambia, con las tradiciones que antes nos enseñaron, con nuestra familia y hasta con nosotros mismos.  Porque la desconexión existencial, aunque se la disimule con diversión y entretenimiento, es sinónimo de muerte en vida.

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