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Proyecto Visión 21

¿Cómo detectaremos nuestros propios prejuicios?

Recientemente me enteré que una librería estaba cerrando sus puertas y vendiendo los libros a sólo un dólar cada uno, sin importar el precio original. Aproveché entonces y compré numerosos libros de filosofía, historia, sociología y teología.

Contento con mi carga de conocimientos a punto de ser adquiridos, me dirigí a la caja para pagar mi compra. El cajero, un muchacho joven, me pidió una identificación con foto para asegurarse, como dijo, que él iba a recibir su dinero por la compra.

Obviamente, el cajero no le pidió documentos de identidad a las personas (ninguno de ellos hispanos) que atendió antes o después de atenderme a mí. Creo que el hecho de ver a un hombre hispano cargando dos docenas de libros “intelectuales” lo hizo sospechar de mis verdaderas intenciones. Quizá la discrepancia entre sus expectativas y mis compras lo obligó a pedirme mi documento de identidad.

La paradoja, la ironía del caso es que el libro que el cajero puso encima de todos los otros antes de colocarlos dentro de una bolsa era La Naturaleza del Prejuicio, la clásica obra de Gordon W. Allport sobre el tema.

Me resultó divertido el hecho de que el comprar un libro sobre prejuicios hubiese generado una actitud prejuiciosa. Claro está, el prejuicio y temas asociados, como discriminación, segregación y racismo no son motivo de risa ya que lamentablemente se hacen presentes casi todos los días y en casi todo lugar.

Hace algunos días, por ejemplo, fui a visitar a un cierto profesor en una de las universidades en las que dicto clases. Como el profesor no estaba en su oficina, simplemente me quedé afuera esperando. No tardó en llegar un guardia de seguridad para preguntarse quién era yo y qué hacía allí. Le dije que yo era uno de los profesores y que tenía cita con otro profesor. Obviamente, el guardia de seguridad no me creyó.

Sé que el hombre estaba sólo cumpliendo con su deber y también sé que no está acostumbrado a ver catedráticos hispanos en su universidad. Nuevamente, como en el caso del cajero, otras personas (ninguna de ellas hispanas) estaban esperando en la misma área, pero no fueron interrogadas sobre las razones para estar en ese lugar.

Debo confesar que me molesta que comprar libros en cantidad o dictar clases en una universidad me conviertan en sospechoso, pero me molesta aún más que se suponga que los hispanos no pueden ser intelectuales. ¿Por qué tenemos que identificarnos para comprar libros o para hablar con un profesor?

El verdadero tema, sin embargo, es determinar qué prejuicios expreso yo al escribir sobre los prejuicios de otros. ¿Tengo el derecho de creerme tan importante como para que un cajero confíe que la tarjeta de crédito que uso es realmente mía? ¿Tengo el derecho de quejarme de un guardia de seguridad que debe cumplir con su deber tal como se lo imponen para no correr el riesgo perder su trabajo?

Quizá deba mejor dedicarme a detectar y analizar primero mis propios prejuicios.

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